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Melody Gardot, una "hija" de Billy Hollyday, deleitó en La Mar de Músicas

EFE

La cantante estadounidense Melody Gardot, la nueva estrella del jazz vocal, deleitó esta noche sobre el escenario del festival La Mar de Músicas a un público de incondicionales, a pesar de las celebraciones por la victoria de España en el Mundial de Sudáfrica, con la presentación su segundo álbum, "My one and only thrill".

A modo de aperitivo, mientras espera pacientemente la llegada paulatina de su público, Gardot cantaba un par de temas cuando, en Sudáfrica, el centrocampista del combinado nacional Andrés Iniesta marcó en el tiempo de prórroga de la final el gol de la victoria.

En el Patio de Armas, en el centro de Cartagena, donde el concierto se celebraba, se escucharon los cohetes que lanzaron aficionados y los pitidos de los coches que festejaban el triunfo español.

Gardot, a quien los críticos de música la comparan, a sus 25 años, con Billy Hollyday y Nina Simone, ha esperado pacientemente y ya, ataviada con un vestido plisado de color coral; unos zapatos dorados de tacón de más de diez centímetros; un largo turbante amarillo y sus inseparables gafas de sol y bastón, se subió al escenario.

La cantante guardó silencios poderosos que marcaron notas y alargaron sílabas melancólicas en un recital que ella inició ante las teclas del piano en combinación con su voz que, como dijo en entrevista con Efe, "son meros instrumentos" para conversar con la audiencia.

Y lo consiguió. Gardot (Nueva Jersey, 1985) interpretó temas de sus dos únicos álbumes: "Worrisome Heart" y "My one and only thrill" muy conocidos entre sus fans como "Worrisome Heart", "Baby I'm a fool", "Who will confort me" y "Somewhere over the rainbow".

Acompañada sobre el escenario por dos chelos, un baterista y un instrumentista de viento, Gardot celebró en varias ocasiones la victoria de la final gritando en castellano: "¡Viva España!".

Y también dejó que sus músicos ofreciesen solos, mientras en el exterior del recinto del Patio de Armas se oía la algarabía de los aficionados por las calles colindantes.

A pesar de ese ruido de fondo, la voz de Gardot bailó con las notas de los instrumentos de viento, cuerda y percusión de una manera que se encarnó en un baile de timbres que evocaban al silencio más rotundo.

Gardot además de cantar, con sus piernas desnudas y cruzadas sobre unos tacones de vértigo, cautivó al público como si hubiera salido de una película en blanco y negro y una gran nube de humo estuviese acariciando su piel blanca mientras mantenía su mirada velada por unos cristales ahumados.

La vocalista, que también arrancó acordes a su guitarra en su primer concierto de La Mar de Músicas, confirmó haber nacido para ser un mito cuya voz deposita en el aire notas con una facilidad al alcance sólo del talento que se guía por lo que su alma siente.

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