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Un millón de jóvenes con salida... al extranjero

Es el colectivo más castigado por el desempleo, que bate nuevos récords (57%) con las cifras más altas de la UE. Marcharse de España parece la única alternativa frente a las medidas del Gobierno, que ahondan en la

L. VILLA

Ser menor de 30 años y tener un empleo fijo y remunerado en España es una combinación que roza el fenómeno paranormal.  

Los últimos datos de la Encuesta de Población Activa acaban de anotar otro récord histórico al ya de por si vergonzoso currículum de empleo juvenil en nuestro país (el peor de la Unión Europea). Más de 960.000 jóvenes entre 16 y 25 años están en paro; 1,8 millones si se amplía el rango hasta los menores de 29. Traducido sobre el total del colectivo, esto quiere decir que por cada cien que reúne las condiciones para estar trabajando, 57,2 no lo están haciendo. El 42,8% restante tampoco puede cantar victoria: en un gran número de casos los contratos son temporales, en prácticas, muchos de ellos precarios o como ‘falsos autónomos' (trabajando para una empresa pero pagando su cuota a la Seguridad Social). Ante este panorama hay quienes sólo ven una salida: marcharse al extranjero.

Trimestre a trimestre, los datos reflejan el goteo constante de los que deciden hacer las maletas y buscar suerte más allá de nuestras fronteras. Entre octubre y diciembre de 2012, la población activa (los que están condiciones de trabajar, excluyendo a los que no buscan trabajo o están estudiando) de los jóvenes entre 19 y 24 años descendió bruscamente en 166.000 personas, un 8,9% en sólo tres meses. Según el Instituto Nacional de Estadística, en 2012 un total de 302.623 jóvenes españoles residían en otros países, mientras que en 2009 esta cifra era de 242.154, sin contar a quienes no se apuntan en el registro de los consulados.

Mientras tanto, el Gobierno de Mariano Rajoy trata de restar dramatismo al asunto a base de eufemismos que no convencen al colectivo. La propia ministra de Empleo, Fátima Báñez, calificó la fuga de jóvenes hace escasos días como 'movilidad exterior' y Esperanza Aguirre, presidenta del PP madrileño, se atrevía incluso a hablar de 'motivo de orgullo'.

Pero la cosa cambia cuando se les pregunta a ellos, a los que ya están fuera o a los que han puesto fecha a su billete de embarque. Precisamente el colectivo Juventud Sin Futuro lanzó a finales de febrero la iniciativa ‘No nos vamos, nos echan' para denunciar que son las medidas tomadas por el Gobierno y no su 'espíritu aventurero' lo que está forzando a los jóvenes a buscarse el pan en otros países.

'Como venimos denunciando desde hace mucho tiempo, este no es país para jóvenes: su austeridad, sus políticas y su crisis nos obligan a irnos, cada día de una forma más evidente', sostenía la plataforma en el día del lanzamiento de la campaña, que en abril sacó a las calles a miles de jóvenes en diferentes ciudades bajo ese mismo lema.

Para los que se quedan, las perspectivas tampoco muestran síntomas de un cambio inmediato, ni siquiera a corto plazo. El Ejecutivo, preocupado por la imagen que las alarmantes cifras de desempleo juvenil proporcionan a España, anunció a bombo y platillo una batería de 100 medidas concretadas en la Estrategia de Emprendimiento y Empleo Juvenil 2013-2016 que, sin embargo, ahondan en temporalidad y precariedad de los contratos.

Entre las fórmulas estrella con las que el Gobierno pretende reducir a toda costa las tasas de desempleo, se encuentran los incentivos a empresas que hagan contratos a tiempo parcial para los menores de 30 años, con independencia de los años que hayan pasado desde que se terminó la formación; así como nuevas ayudas a los que realicen contratos en prácticas. Para los miles de autónomos que a pesar de recibir sueldos reducidos se ven obligados a pagar una cuota fija a la Seguridad Social, Báñez anunció una tarifa plana de 50 euros al mes de la que podrán beneficiarse sólo durante los seis primeros meses.

Con independencia de si estas medidas conseguirán hacer descender o no los índices de la vergüenza, lo cierto es que el de los jóvenes es uno de los colectivos más castigados por la crisis económica que dura ya casi cinco años. Las razones para salir a la calle este primero de mayo cobran en ellos más fuerza, quizás, que nunca.

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