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De millonario vago a mileurista currante

Cuatro estrena esta noche 'Hijos de papá', una vuelta de tuerca a los 'coach-show' con ocho jóvenes pijos que nunca han trabajado

RAMIRO VAREA

'Todo lo que sea trabajar me agobia'. 'El deber de mi madre conmigo es darme todos los caprichos que yo quiera, que para eso me ha tenido'. 'Si tuviera que trabajar, me suicidaría'. 'No hago nada. Nada. Me levanto de la cama, me arreglo y me voy a la calle'. 'La vida sin mis padres sería pringar. O sea, estar trabajando diez u ocho horas diarias... sería fatal. No me lo imagino, la verdad'. Así piensan los ocho protagonistas de Hijos de papá, el nuevo programa que Cuatro estrena esta noche en prime time (22.30 horas). Presentado por Luján Argüelles (Granjero busca esposa, Password, Dame una pista), este coach-show supone una vuelta de tuerca al género.

El objetivo es meter en vereda a ocho hijos de millonarios de entre 18 y 24 años, cuya meta en su vida es no hacer nada porque están convencidos de que no necesitan trabajar. 'No saben hacerse la cama, no saben freír un huevo frito ni levantarse antes del mediodía', explica el director del programa, Óscar Vega.

Fueron los padres de los jóvenes quienes contactaron con el equipo del programa, hartos de la actitud de sus hijos. De hecho, los ocho participantes desconocían cuál era su destino. 'Creían que iban a un programa de lujo y glamour, y estaban como locos', recuerda Vega. Pero la limusina en la que viajaban los trasladó a un lugar que no entraba en sus planes: Hoyos del Espino, un pueblo de Ávila. Alejados de tiendas de lujo, de chóferes y cocineras, de dinero fácil y de coches deportivos, los chicos deberán, por primera vez en su vida, trabajar y esforzarse. Sin privilegios y valiéndose por sí mismos.

A lo largo de 21 días de convivencia en una casa rural, estos urbanitas pijos ganarán su salario de mileurista con trabajos de todo tipo: desde limpiar cuadras a poner gasolina, varear olivos, apretar tuercas en una cadena de montaje u ordeñar vacas. 'La gente del pueblo alucinaba con ellos', dice Vega.

Los habitantes de Hoyos del Espino coincidían: en el fondo, se hallaban ante unos 'pobres niños ricos'. El dinero, al fin y al cabo, era lo único en la vida de unos jóvenes que carecían de valores como el esfuerzo, la solidaridad o la convivencia. 'Eran ególatras, insoportables, complicados. Pero se han convertido en unos chavales maravillosos', comenta Argüelles.

En las tres semanas que duró el rodaje, dos psicólogos han ayudado a los chicos. Tras la experiencia, los expertos están convencidos de haber 'sembrado una semilla' en ellos porque 'lo que han aprendido, les ha llegado hondo'.

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