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La montañera Lucía López dice que si hubiese subido los 152 últimos metros no hubiera bajado

EFE

La montañera murciana Lucía López, de 21 años, ha manifestado, en declaraciones a EFE, que si hubiera subido los 152 metros que le quedaban para hacer cumbre en el Cho Oyu, a 8.202 metros de altitud, a mediados de mayo pasado, "no hubiera sido capaz de bajar" de allí por el cansancio y por el mal tiempo que se aproximaba a la cima mientras estaba allí.

López, que prepara ya su viaje a los Alpes italianos en julio y al Everest para abril de 2011, comenta que, de haber logrado hacer cumbre aquel día, en la bajada habría perdido los dedos por estar casi cuatro horas expuesta al fuerte viento helado, tras 16 horas de ascensión y varios días sin dormir.

De hecho, todavía hoy las yemas de los dedos meñiques los tiene insensibles por el principio de congelación que sufrió en aquella ascensión, y su rostro muestra las huellas del intenso frío que sufrió aquellos días.

Según ha relatado, el sherpa que la acompañó a la cumbre bajó rápidamente al campo 3 dejándola sola, y ella, cansada, su quedaba dormida mientras descendía, se despertaba vomitando, hasta que, ya de noche, pudo llegar a la tienda exhausta, a 7.500 metros de altitud.

La experiencia del Cho Oyu dejó a Lucía marcada, ya que uno de sus compañeros de escalada en los primeros días que estuvo allí, el montañero ruso Sergei Nikitin, falleció inesperadamente en esta ascensión.

Esta montañera ha comprobado, una vez en España, que en las fotografías en las que aparecen ambos se ve a Sergei agachado. "Decía que le faltaba pecho para respirar", recuerda Lucía tras un largo silencio mientras observa la instantánea.

En el Himalaya, a más de los 7.500 metros, se está en la "zona de la muerte" debido a la falta de oxígeno a partir de esa altitud, en parte solventada por bombonas de oxígeno, lo que no evita que se hayan producido muertes por edemas pulmonar o cerebral.

La joven murciana, sin embargo, había decidido hacer esta aventura sin la ayuda de oxígeno, un reto para los montañeros más experimentados y una opción que se planteó en los años 80 para evitar que suban a los "ochomiles" personas sin preparación adecuada y para eliminar de paso las centenares de bombonas que se han quedado arriba con el creciente negocio de expediciones comerciales al Himalaya.

Al reto del Everest 2011 anuncia que irá también sin la ayuda del oxígeno, pero llevará una en la mochila durante el ascenso para el caso extremo de que la necesitara.

Lucía, con tan solo 21 años, resalta de su aventura himalaya el deseo de superación, "algo que vale mucho para la vida profesional; saber que cuando no puedes más, sí que puedes, y que cuando todos dan la vuelta, tú puedes seguir, y todas estas cosas a nivel personal enriquecen muchísimo".

"Había momentos que me tiraba al suelo de rodillas y me levantaba otra vez, y al final poco a poco lo vas consiguiendo", agregó.

Otra experiencia que destacó fue descubrir que cuando el cuerpo está al límite "no puedes fingir nada. No puedes ser hipócrita y enmascarar tu personalidad. Ves a la gente como es, y he visto a la gente perder la cabeza totalmente. Se ve la gente que es buena y la que es mala", agregó.

Lucía vivió mas de 40 días en el Campo Base Avanzado, a 5.700 metros, al que llegó vomitando y alcanzando un estado físico del que no se recuperó hasta pasar un periodo de aclimatación.

Cuando ya habían desmontado las tiendas de campaña tras varios intentos infructuosos debido a las malas condiciones climatológicas, y cuando el resto de montañeros y sus sherpas abandonaban el campo base, ella decidió el 16 de mayo, en que asomó "una ventana de buen tiempo", que era el momento adecuado.

Ningún montañero logró hacer cumbre en el Cho Oyu aquellos días, pero sendas expediciones lituanas y norteamericana lo lograron en ese breve periodo de buen tiempo.

Ella se quedó a 152 metros de conseguirlo. Le quedaron fuerzas para grabar en vídeo la vista panorámica desde aquel punto en unas imágenes en las que apenas se le oye, en las que se ve cómo se acerca una nube y cómo había llegado al extremo de la última cuerda antes de la última arista, en la que quedaba al descubierto.

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