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Monumentos, paisajes y tipos evocan la visión "noventayochista" de Sorolla

EFE

Una selección de monumentos, tipos y paisajes pintados a principios del siglo XX por Joaquín Sorolla evocan desde hoy en Valladolid, en forma de exposición, la visión 'noventayochista' que de Castilla tuvo el artista valenciano, más conocido por sus escenas mediterráneas y su obsesión por la luz.

"Sorolla y Castilla", lema de esa muestra promovida por la Fundación Municipal de Cultura y la entidad financiera Caja Castilla La Mancha, resume el fructífero encuentro que el artista mantuvo en los últimos años de su vida con las dos mesetas merced a su amistad con el escritor Azorín y con el pintor Aureliano de Beruete.

Los años que median entre 1906 y 1912 conocieron sucesivos viajes de Joaquín Sorolla a Segovia y Toledo (1906), a Burgos y Ávila (1910), y a Toledo, Salamanca, Madrid y la comarca de La Alcarria -Guadalajara- (1912), estos últimos para responder al encargo de la Hispanic Society de Nueva York de hacer una serie sobre España.

De todos ellos ofrece una imagen representativa esa exposición itinerante, cerca de medio centenar de lienzos que podrán verse en Valladolid hasta el 12 de abril antes de recalar en Salamanca, y que han presentado la concejala de Cultura, Mercedes Cantalapiedra, y el responsable de la Obra Social de Caja Castilla La Mancha, Martín Molina.

El objetivo, ha explicado Molina, es "rendir un homenaje al paisaje rural de Castilla a través de la mirada de Sorolla sobre ese otro mar interior que es la meseta".

La viveza de los colores en aspectos como la indumentaria o las tonalidades de los paisajes y la expresividad de los rostros, serios, adustos y prácticamente mimetizados con el terreno, destacan en las telas junto a los monumentos, donde la geometría no cuenta para el pintor valenciano.

El visitante puede contemplar una galería de tipos manchegos, alcarreños, de Lagartera (Toledo), de Segovia y de la provincia de Salamanca, todos ellos de grandes proporciones y entre los que descuella por su apostura y la dureza de sus rasgos un jinete del campo charro.

En la nómina de paisajes cuenta especialmente la serie realizada en Segovia y en ambas vertientes de la Sierra del Guadarrama, tanto la segoviana como la madrileña.

De su apresurada estancia en Ávila se pueden apreciar varias vistas del perímetro amurallado, de uno de sus lienzos, del puente viejo sobre el Adaja, de la ermita de San Segundo, la catedral y del palacio de los Dávila.

Abundan las vistas de Toledo, desde diferentes perspectivas, y de determinados monumentos de esa capital como la iglesia de San Juan de los Reyes y los pasos sobre el Tajo de Alcántara y de San Martín, con la nota común de incorporar elementos costumbristas o castizos, a través de personas o animales, que matizan y suavizan la severa monumentalidad.

Hizo lo mismo Joaquín Sorolla (1863-1923) con el riguroso clima castellano, como la nevada que le sorprendió en Burgos cuando plasmó en una tela la traza gótica de su catedral o esos cielos, rasos o tormentosos, que irrumpen en el cuadro como una de sus partes más relevantes e informativas.

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