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"Morirás con dolor", el undécimo mandamiento

Un estudio muestra que los creyentes tienden a prolongar artificialmente su agonía

AINHOA IRIBERRI

Refugiarse en la religión ante el diagnóstico de un cáncer terminal es algo muy frecuente. Según un reciente estudio, lo hace hasta un 88% de los pacientes con cáncer avanzado. Más allá de los beneficios espirituales que pueda ofrecer, esta alternativa tiene, sin embargo, una gran pega: según un estudio publicado hoy en JAMA, los enfermos más religiosos tienen tres veces más posibilidades de recurrir a medidas artificiales como la ventilación mecánica para intentar prolongar su vida .

Según los resultados de la investigación, este tipo de pacientes es más reacio a recibir cuidados paliativos, aquellas medidas que se aplican para ayudar a morir al enfermo terminal sin dolor. El mensaje oficial de la iglesia católica es, sin embargo, favorable a su aplicación. 'Es necesario promover políticas que creen las condiciones para que los seres humanos puedan sobrellevar las enfermedades incurables y afrontar la muerte de una manera digna', ha declarado el Papa Benedicto XVI.

Pero los autores del trabajo han observado que los más religiosos parecen no comulgar con la cabeza de la religión católica. 'Ven los cuidados paliativos como dejar de confiar en Dios antes de que Él haya dejado de confiar en ellos', escriben los investigadores, dirigidos por la psiquiatra del Dana Farber Cancer Institute de la Universidad de Harvard Holly Prigerson.

Seguimiento hasta el final

Para llegar a estas conclusiones, los autores seleccionaron a 345 pacientes de cáncer avanzado, a los que sometieron al cuestionario RCOPE que, a través de 14 preguntas, define hasta qué punto un enfermo se apoya en la religión a la hora de afrontar su situación. Algo más de la mitad de los participantes (178) presentaba un nivel alto de apoyo en la religión.

Los investigadores analizaron después los cuidados recibidos en la última semana de vida de los enfermos, que vivieron una media de 122 días desde el inicio del trabajo. El análisis no dejó lugar a dudas: los que más se aferran a lo espiritual son también los que menos ganas parecen tener de abandonar el mundo material.

Y ello no sólo se demuestra en que tienden a recurrir más a medidas extremas de prolongación de la vida que, según diversos estudios, empeoran la calidad de la muerte y dificultan el duelo a los familiares sino, también, en que planean menos todo lo relacionado con la muerte. Esto incluye no dar instrucciones para no resucitar pero también actos prácticos como planear el testamento.

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