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Mortensen y Elías abren "Purgatorio" español con éxito de público

EFE

Tener a merced a quien más daño te ha hecho en la vida y estarlo de quien más daño has hecho tú alternando el tormento en un ciclo sin fin levanta el "Purgatorio" en el que se han encerrado esta noche, con éxito, Viggo Mortensen y Carmen Elías en el estreno mundial en castellano de la obra de Ariel Dorfman.

Este reto "de mirada oblicua", acometido, "poéticamente", en el Matadero del Español, era complicado por la dificultad del texto, un "infierno florido" a medio camino entre un bolerazo y Sartre, y por los avatares que ha sufrido la obra desde que se anunció que se estrenaba, allá por 2009, y que se fue posponiendo por distintos problemas.

La actriz que en un principio iba a protagonizarla, Ariadna Gil, ha sido testigo privilegiado, sentada entre el autor y el director de cine Agustín Díaz-Yanes, del "tour de force" interpretativo que se han marcado Elías y Mortensen, neoyorquino criado en Buenos Aires, al que en ocasiones le ha fallado "la palabra exacta".

El Aragorn de "El señor de los anillos" y capitán Alatriste ha sabido solventar los olvidos, no se sabe si fruto del bilingüismo o de la propia memoria, con unas tablas que, sobre todo a partir de la segunda escena, hacían increíble que sean ya 23 los años que no pisaba un teatro.

Pero tablas, tablas, las de Elías (Barcelona, 1951) que ha afrontado la dificultad de una obra en la que un hombre y una mujer no paran de malherirse a la vez que pretenden el fin de su suplicio en un terreno que cuando no es resbaladizo es peligroso.

La actriz ha sabido resolver con una potencia conmovedora el que quizá sea el pasaje más difícil de toda la obra, el del recuerdo del asesinato de sus hijos, del que debía salir "como un alma" y no como ejecutora.

Mortensen (1958) y Elías, dirigidos por Josep Mestre, doblan y desdoblan el tiempo, en un escenario sólo ocupado por una mesa, dos sillas, y una tarima-cama, para preguntarse una y otra vez si es posible el perdón y si el amor es capaz de sobrevivir a cualquier tragedia.

Dorfman no ha querido ser heterodoxo en el uso del purgatorio, un lugar de expiación al que sólo van las almas de los que no han incurrido en pecado mortal, y aunque no pone nombre a sus personajes da todas las pistas para saber que son mitológicos y que se trata de Jasón, el del vellocino de oro y suicida, y Medea, la "hechicera" y asesina de sus hijos.

Vestidos con ropa contemporánea que recuerda a las camisas de fuerza y se relevan en el uso de la bata de médico, los actores se han defendido brillantemente en "la institución más antigua que existe", es decir, en palabras de Dorfman, el purgatorio, la "tierra media" en la que los cuerpos son cáscaras en espera de dejar ese envoltorio para reencarnarse.

El autor argentino fantaseaba desde hace tiempo con la idea de un par de personajes en el más allá, enfrentándose e interrogándose sin saber la identidad del otro y que, además, vivieran la tragedia de los conquistados, de los que por satisfacer al otro acaban traicionando a los suyos.

Endiablada y llena de escondrijos y trampas para los actores, que han de repetir en "la piel del otro" texto que acaban de oír pero dándole completamente la vuelta, la obra transcurre como la vida misma, pensando que, en cualquier momento, ese thriller psicológico sobre el perdón se les puede escapar de las manos.

Los espectadores, entre los que estaba el escritor Javier Marías aunque no la actriz que iba a sustituir hace un año a Gil, Emma Suárez, han agradecido el esfuerzo y han obligado con sus aplausos y bravos a salir a saludar en varias ocasiones a los actores, autor, director y equipo técnico.

Concha Barrigós.

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