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Mujeres en San Fermín: el peligro no son los toros

Ellas se quitan la camiseta, voluntariamente o no, y ellos intentan manosearlas y desnudarlas un poco más. Las agresiones sexistas se cubren de legitimidad en las fiestas de San Fermín

ANNA FLOTATS

San Fermín, fiesta y alcohol. Por la suma de estos tres factores -o por lo que sea- una chica se quita la camiseta y el sujetador. Porque es su cuerpo y con él hace lo que quiere. Acto seguido, tiene varios pares de manos masculinas sobre sus pechos. Es lo que reflejan algunas fotos y vídeos de las fiestas de San Fermín de este año. Unas imágenes que empezaron a ser habituales en 2009 y en las que es difícil adivinar si las chicas han subido voluntariamente a los hombros de los chicos y hasta qué punto se desnudan o son desnudadas. Mientras varias asociaciones feministas de Pamplona califican estos actos de 'violencia sexista', a otros les parecen 'normales' dentro de la fiesta. En la hemeroteca: tres denuncias de violaciones en los sanfermines de 2011 y el asesinato de la joven enfermera Nagore Lafagge en las fiestas de 2008.

Las imágenes de mujeres siendo manoseadas por varios grupos de hombres no hacen otra cosa que legitimar públicamente el acoso sexista. 'Cuando una mujer hace uso de su cuerpo libremente, hay barra libre', lamenta Nuria Varela, periodista, escritora y ex asesora de la Secretaría de Estado de Igualdad. 'La violencia de género está tan tolerada y es tan impune que en estos casos ni siquiera hay conciencia de agresión y no se ejerce ningún control sobre estas situaciones', insiste. 

Consciente de ello, el Gobierno de Navarra -junto con el Ayuntamiento de Pamplona y las peñas que participan en los sanfermines- ha lanzado la campaña 'No sigue siendo no' para frenar el acoso sexista durante las fiestas. El problema, como señalan las organizaciones feministas, es que la mayoría de agresiones -al no ser consideradas como tales- no se denuncian.

Otro ejemplo de estos acosos silenciados se produjo en 2010 y pudo verlo toda España porque su víctima fue una reportera de TVE. Mientras realizaba su crónica en directo en una plaza abarrotada de gente, un chico se abalanzó sobre ella y la besó. Pero lo peor no fue eso, sino la reacción de su compañero desde los estudios de Madrid, que respondió: 'Maribel, no provoques a este chico, por favor'.

Lo que es evidente es que 'cuando las mujeres ocupan lugares públicos, sufren acoso', insiste Varela, que recuerda las agresiones sexuales contra mujeres durante las protestas en la Plaza Tahrir de Egipto y la detención de tres activistas de Femen que protestaron semidesnudas en Turquía. 'Las mujeres pierden sus derechos en situaciones reivindicativas y también en el ámbito lúdico', señala.  

Aun así, no siempre se actúa de este modo ante la visibilización del cuerpo de las mujeres, lo cual no deja de ser paradójico, según Varela: 'Por un lado, está normalizado que los cuerpos de las mujeres sean utilizados para intereses empresariales y publicitarios. En cambio, cuando usan su cuerpo libremente, son atacadas con violencia por todos los poderes'.

Para Miguel Lorente, médico, profesor y ex delegado del Gobierno para la Violencia de Género, uno de los aspectos más graves de estas situaciones es que los hombres 'aprovechan el tumulto para diluir su responsabilidad individual'. De este modo, se atribuye la responsabilidad de la agresión a la colectividad, al descontrol, al alcohol; y en este clima de impunidad los hombres se refuerzan en lo que hacen. 'Es como el obrero que lanza un piropo a una mujer: nunca lo hace si está solo, lo hace cuando hay más compañeros y no le pueden hacer responsable solamente a él', ejemplifica Lorente, que insiste en que las imágenes de los sanfermines 'demuestran lo mucho que tenemos que cambiar'.

Por otra parte, Lorente también denuncia que en este sentido, a veces, la cultura 'hace trampas'. Por un lado, 'se les dice a las mujeres que tienen que ser guapas, atractivas, sugerentes y sexys; y por otro, se utilizan estos argumentos para justificar las agresiones contra ellas', señala. Pero no hay razones ni argumentos que valgan. 'Es una barbaridad y un claro ejemplo de acoso que un hombre se crea con permiso de tocar a una mujer cuando ésta enseña determinada parte de su cuerpo', concluye.

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