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Los nacionalistas flamencos, clave en las elecciones belgas de este domingo

EFE

Bélgica celebrará el domingo elecciones generales anticipadas, con todas las miradas puestas en el resultado que obtenga el partido flamenco N-VA, que defiende la independencia de Flandes, la próspera mitad norte del país de habla neerlandesa.

La caída del gobierno de coalición presidido por el democristiano flamenco Yves Leterme, a causa del eterno conflicto lingüístico entre neerlandófonos y francófonos, ha forzado el adelantamiento de los comicios en un momento crítico para el país y a pocas semanas de que Bélgica asuma la presidencia rotatoria de la Unión Europea.

Si, como predicen los sondeos, los nacionalistas de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA) se convierten en el partido más votado en Flandes, la perspectiva de una salida rápida a la grave crisis política y de Estado que vive Bélgica desde 2007 se evaporará, según todos los analistas.

La crisis del euro y la creciente presión de los mercados sobre los bonos de este país, el más endeudado de la Europa próspera, apenas han estado presentes a lo largo de la campaña, conscientes los partidos de que algo todavía más básico, el futuro de Bélgica como Estado, se va a jugar en las urnas.

La N-VA acudió a las últimas elecciones generales en coalición con los democristianos de Leterme (CD&V), con un programa muy exigente en cuanto a una nueva descentralización del Estado y a la supresión del estatuto especial de que gozan 150.000 francófonos residentes en la periferia de Bruselas.

Las dificultades de Leterme para avanzar en esos dos frentes llevaron a la N-VA a retirar su apoyo al primer ministro y a radicalizar su posición, lo que parece haberle dado réditos electorales suficientes como para cambiar el mapa político en Flandes.

Bart De Weber, líder de la N-VA y auténtica "bestia negra" de los francófonos belgas, se encuentra tan seguro de su táctica de provocación que en las últimas semanas no ha dudado en echar más leña al fuego proponiendo lisa y llanamente la desaparición de Bruselas como región autónoma.

La capital es la clave de todas las disputas, y de su destino depende el futuro de Bélgica.

Habitada por una población mayoritariamente francófona está, sin embargo, enclavada geográficamente en Flandes y los flamencos la consideran su capital histórica.

Como solución a la disputa, en la década de los años 80 se decidió convertir a Bruselas en una región bilingüe, no dependiente de Flandes (neerlandófono) ni de Valonia (francófona), con sus propias instituciones en las que la minoría flamenca tendría una representación garantizada.

Pero, mientras que en el resto del país la frontera lingüística entre Flandes y Valonia ha quedado trazada con precisión, en los alrededores de Bruselas los límites siguen siendo difusos.

Importantes minorías francófonas de la periferia disfrutan de los mismos derechos que los francófonos de Bruselas, pese a vivir en territorio flamenco.

Es esta excepción la que quieren abolir todos los partidos del norte con la exigencia de que se parta el distrito electoral y judicial de Bruselas-Halle-Vilvoorde (BHV).

Esas tres letras, BHV, explican todas las crisis y bloqueos que ha padecido Bélgica en estos últimos años, por la incapacidad de las dos comunidades para ponerse de acuerdo sobre la escisión del principal distrito electoral del país.

A la escisión de BHV, exigida por los flamencos, los francófonos han opuesto tradicionalmente la demanda de una ampliación territorial de la región-capital bilingüe.

Por eso, la andanada de De Wever reclamando la desaparición de la región de Bruselas y su subordinación a las otras dos regiones ha sido interpretada en el sur como una auténtica declaración de guerra y el preludio de la división inevitable del país, si la N-VA se convierte el domingo en el primer partido de Flandes.

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