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Naturaleza y radiación conviven en la zona de Chernóbil

Reuters

Todavía inhóspita para humanos, la "zona de exclusión" de Chernóbil - un radio de 30 kilómetros contaminados en torno al lugar de la explosión del reactor nuclear del 26 de abril de 1986 - es ahora es una reserva natural y está repleta de lobos, alces, bisontes, jabalíes salvajes y osos.

Los jabalíes, que generalmente restringen sus salidas al atardecer, saquean lo que queda de los jardines durante el día, paseándose por las vacías calles de los pueblos, deambulando por granjas y asentamientos en busca de comida.

"Los alces son criaturas muy curiosas", dice Grigory Sys, uno de los naturalistas que supervisan a los animales en el bosque todavía radioactivo. "Querrán mirarnos bien durante un par de minutos antes de regresar al bosque", añadió.

Sys recorre habitualmente la zona de 2.162 kilómetros cuadrados, vacía de gente tras la explosión y el incendio en la central situada al otro lado de la frontera en Ucrania.

Bielorrusia, en la dirección de viento de la explosión, fue el país más afectado por el peor accidente nuclear civil de la historia. Una cuarta parte de su territorio quedó contaminado y las aldeas, totalmente desiertas a ambos lados de la frontera entre lo que entonces eran repúblicas soviéticas.

algunas fueron evacuadas dos veces porque las autoridades subestimaron el alcance de la radiación - y miles desarrollaron cáncer de tiroides.

Pero fue algo innegablemente bueno para la vida salvaje.

DOMINIO DE LOBOS

Sys dice que los lobos, que ahora ascienden a 300, están al mando.

"El lobo es muy inteligente y astuto. Se gana el respeto de cualquier adversario. Solían matarlos en cualquier oportunidad de a cientos, incluso desde helicópteros. Pero se adaptaron y sobrevivieron", explicó.

Matar lobos ahora está prohibido, y sólo se mata selectivamente a un puñado al año por cuestiones científicas. Eso les ha permitido dominar los bosques y praderas, si bien algunos granjeros fuera de la zona dicen que arrasan con su ganado. Los habitantes de dos pueblos vieron lobos en las calles y una mujer murió al enfrentarse a ellos.

Las huellas de los lobos están por todos lados. Los guías los escuchan aullar en las noches. Ahora libres de la presencia humana, han alterado sus hábitos alimenticios y las manadas de jabalíes se han convertido en su principal presa.

Los jabalíes, ahora con libertad de movimientos, llegan hasta lo que se supone que es un abrevadero para la manada de bisontes de la reserva.

"Al bisonte lo alimentamos en diciembre. Los jabalíes a menudo vienen aquí por las noches para tratar de quedarse con su parte del alimento. Es muy divertido ver cómo los bisontes los ahuyentan", sostuvo Sys.

Las guías informan sobre abundantes huellas de osos y linces, éstos últimos clasificados en riesgo de extinción en Bielorrusia.

En cambio, algunos animales salvajes han desaparecido por los cambios. La cigüeña blanca, otrora una imagen familiar en las ciudades de la zona, no supo adaptarse al aislamiento y partió en busca de áreas pobladas. Pero la cigüeña negra, adepta a los espesos bosques, se quedó.

Uno de los recién llegados es el águila de cola blanca, la más grande de Bielorrusia, raramente avistada cerca del hombre. Sys dice que ha visto cinco nidos en una zona que ahora es claramente propiedad de las aves.

y la libertad que la ausencia de vida humana les posibilitó a los animales- sigue siendo un enorme imán para los investigadores. Pero turistas y curiosos no son bienvenidos.

"Nos alegra recibir a colegas científicos de otros países para trabajar en proyectos conjuntos", dijo su director, Pytor Kudan. "Pero me temo que no queremos turistas ni aficionados a las aves o animales. Tenemos condiciones muy específicas aquí. Y una de ellas sigue siendo la elevada radiación".

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