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No sólo xacobeo. Santiago de Compostela a prueba de multitudes

Más allá del Camino, la capital gallega acoge rincones recoletos

CARMEN V. VALIÑA

Al reclamo del Xacobeo, esa cita entre festiva y religiosa, acuden cada año a Santiago millones de peregrinos. Muchos de ellos buscan huir de los lugares comunes para refugiarse en los rincones más recoletos. Otros, precisamente, prefieren escapar del aparentemente omnipresente año santo y reencontrarse con la Compostela más pausada, esa que conocen quienes han hecho de la ciudad su casa y que palpita por debajo de vieiras y Porta Santa. Cualquiera de las dos opciones es válida: su encanto es a prueba de multitudes.

El parque de Bonaval siempre permite hacer incursiones más allá de la vorágine del año santo. Junto al convento de Bonaval, sede de un Museo do Pobo Galego que siempre merece una visita y que ha aprendido a convivir con el moderno Centro Galego de Arte Contemporánea, también en Bonaval se dan la mano presente y pasado: el arquitecto portugués Álvaro Siza y la paisajista Isabel Aguirre diseñaron el actual aspecto del parque en una apuesta arriesgada de integrar los nichos vacíos del antiguo convento con el césped.

Al lado de la catedral, hay un par de paradas: los claustros y el Pazo de Xelmírez

En él, matan el tiempo estudiantes ociosos, urbanitas estresados y visitantes que contemplan el entorno con asombro. Todo ello a un paso de San Pedro, uno de los barrios con más personalidad de la ciudad, con fiesta propia, uno de esos lugares de toda la vida, pero en los que los jóvenes están muy presentes. En Compostela, lo que ya existía y lo que llega nunca han sido enemigos.

Al lado y dentro de la propia catedral, aunque parezca imposible cuando hablamos del monumento más visitado por los peregrinos, hay un par de paradas en las que el bullicio todavía no es la norma: los claustros de la propia catedral, no conocidos por muchos de los que se acercan a visitarla y el Pazo de Xelmírez, uno de los mejores ejemplos de arquitectura románica civil de toda España. Uno y otro son a un tiempo remanso de paz y viaje al pasado más espléndido de Compostela.

Remanso de paz es también el jardín del hotel Costa Vella. Merendar rodeado de manzanos y limoneros, mientras los rayos de sol penetran por el emparrado, es una de las mejores experiencias estético-golosas que se pueden vivir en Santiago.

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