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El número dos de BBVA se va porque el presidente se queda

Goirigolzarri cobrará una pensión anual de 3 millones con carácter vitalicio

VIRGINIA ZAFRA

Terremoto en BBVA. El presidente, Francisco González, y el consejero delegado, José Ignacio Goirigolzarri, llevaban ocho años soportando un matrimonio de conveniencia en el que las crisis eran cada vez más habituales y, como casi siempre ocurre en estos casos, la relación ha acabado en divorcio. Goirigolzarri ha decidido dejar el banco después de que el número uno confirmara su intención de continuar cinco años más en el puesto, hasta los 70 años.

González tenía que tomar una decisión sobre su futuro antes de la Junta de Accionistas del próximo febrero y pretendía hacerlo en Navidad. Sin embargo, varios miembros del consejo de administración le han urgido en las últimas semanas a decantarse cuanto antes. Consideraban que en un entorno como el actual, en el que se abren muchas oportunidades de compras y fusiones, es necesario tener una cúpula fuerte.

González, que cumplirá 65 años el próximo día 19, optó por seguir adelante en BBVA, como era previsible, sobre todo porque tiene intención de acometer una fusión con un gran banco extranjero. Con su decisión, González cerró a Goirigolzarri cualquier posibilidad de acceder a la presidencia.

Cansado ya de ser el eterno aspirante y de dedicarse casi exclusivamente al día a día de la entidad, el consejero delegado se lo pensó el pasado fin de semana y tomó la determinación de acogerse a una jubilación anticipada. Le sustituirá Ángel Cano, hasta ahora director de Recursos y Medios.

Desaparece, así, el último de los bastiones de BBV que seguía en la entidad. Es el fin de los de Neguri, que es como se conocía al grupo de empresarios bilbaínos que, de alguna manera, dominaba la gestión de BBV antes de que se fusionara con Argentaria y Francisco González tomara el mando.

En sus ocho años de convivencia, González y Goirigolzarri han tenido varios enfrentamientos. Sus personalidades y formas de gestionar son muy diferentes. Y sus procedencias también. González ha ido reduciendo poco a poco la presencia de bilbaos en el banco (empezó por Emilio Ybarra y Pedro Luis Uriarte). El único que había logrado sobrevivir era Goirigolzarri. Pero su camino no ha sido de rosas. Desde el primer momento, González se negó a nombrarle vicepresidente y sólo permitió que fuera consejero delegado. En estos ocho años, nunca consiguió subir más arriba.

Ahora, con 55 años, se ha dado cuenta de que no quiere seguir cinco años más a la sombra de González. Además, tiene otros proyectos entre manos. Y no se irá de vacío. Como todos los miembros del comité ejecutivo que se han jubilado en los últimos años, tendrá derecho a una pensión anual vitalicia equivalente al salario fijo del año pasado (1,43 millones) más la mitad de la retribución variable (1,59 millones). Es decir, cobrará 3,02 millones de euros brutos cada año.

El banco tiene dotadas unas provisiones de 52,5 millones para realizar estos pagos. Pero Goirigolzarri no cobrará esa cuantía de una vez, como en su momento hizo Ángel Corcóstegui cuando abandonó Banco Santander, sino que irá cobrando una pensión cada año.

El contrato de Goirigolzarri contemplaba también el cobro de una indemnización por cese equivalente a 60 millones de euros, pero no la cobrará porque esa opción queda invalidada al tratarse de una jubilación anticipada.

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