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La "ofensiva antisindical" amenaza más derechos

Los expertos avisan de que las centrales son clave para mantener el Estado del bienestar

PERE RUSIÑOL

Primero fue un bombardeo poniendo en cuestión a los liberados, los piquetes, los convenios, la participación sindical en la negociación de los ERE, los cursos de formación, la financiación pública de las centrales...

Pero la 'ofensiva antisindical' en palabras de Joaquín Pérez Rey, profesor de Derecho del Trabajo de la Universidad de Castilla-La Mancha ha ido mucho más allá coincidiendo con la huelga general: los medios de la derecha han publicado artículos en los que se pide la ilegalización de UGT y CCOO (El Mundo), se insinúa que sus líderes deberían estar presos (La Razón) y se trazan paralelismos con las FARC (Abc) y ETA (La Gaceta).

'Nunca en democracia ha habido una ofensiva tan salvaje contra los sindicatos', subraya Pérez Rey. Y añade: 'El objetivo es cargarse el Estado del bienestar, cuya defensa está liderada por los sindicatos'.

'Los sindicatos deben modernizarse, pero están siendo demonizados para acabar con los derechos sociales', le secunda Miquel Falguera, magistrado de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya y profesor de Derecho del Trabajo de la Universitat Pompeu Fabra.

En su opinión, un elemento central de la ofensiva en marcha es socavar los convenios colectivos y 'volver a la relación directa entre un trabajador y un empresario, en la que el trabajador, lógicamente, no tiene nada que hacer'.

'Si se reduce la fuerza de los sindicatos, está claro que se avanzará hacia la precarización', advierte Josep Banyuls, economista de la Universidad de Valencia. 'El nexo es muy claro: a menor fuerza sindical, más temporalidad, menos cobertura social y peor salario'.

Pérez Rey va más allá: 'Todos los derechos, incluso los que parecen más seguros, son papel mojado si no hay un agente organizado que vele para que se cumplan, y ese papel lo de-sempeñan los sindicatos. ¡Se quieren cargar el modelo que fija la Constitución!'.

Para Albert Recio, economista de la Universitat Autònoma de Barcelona, 'la derecha ha recuperado su programa máximo, cuyo elemento central es desmontar la negociación colectiva para recortar sin freno el Estado del bienestar'. 'La agresividad que estamos viendo aquí es una adaptación de lo que ya sucedió en Reino Unido con Margaret Thatcher', recalca.

En 1984, aún en su primer mandato, Thatcher declaró la guerra sin cuartel a los sindicatos al calor de unas huelgas mineras. No sólo ganó ese pulso, sino que hizo añicos su influencia tras vincular a las centrales con la violencia y la holgazanería, lo que allanó sus reformas radicales neoliberales.

El modelo Thatcher ya es mentado en España por los sectores más duros contra los sindicatos, que emplazan a la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, a emularla. En junio, coincidiendo con la huelga del metro, Fernando Sánchez Dragó llegó a escribir: 'Espe, ¡fájate! Sé nuestra Dama Férrea. La Thatcher metió en cintura a los mineros y puso así en marcha un ciclo de prosperidad que se mantuvo hasta que Brown alcanzó el poder'.

El historiador Tony Judt, fallecido en agosto, escribió en su monumental Posguerra (Taurus): 'Como los mejores revolucionarios, tuvo suerte con sus enemigos. Le permitieronproclamar que ella era la única que defendía a esa pobre gente frustrada y víctima de excesivas reglamentaciones, a la que estaba liberando de décadas de dominación a manos de intereses creados y de los parasitarios y subvencionados beneficiarios de décadas de generosidad a costa del contribuyente'. Eso sí: el genial historiador se refería sólo a Thatcher.

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