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La OTAN forma a toda prisa a la policía afgana

Los instructores entrenan a reclutas en dos meses en una base de Kandahar

ESTHER BONMATÍ

No hay problemas de seguridad en Kandahar. No hay por qué preocuparse', insiste el jefe de la policía provincial de Kandahar, Sadar Mohamed Zazai, como si repitiera un mantra para convencerse a sí mismo. Desde la quietud de su despacho, que sólo se asoma al exterior por una ventana, sus palabras suenan a verdad, pero el espejismo se desvanece en cuanto se sale a las tinieblas de la calle polvorienta y mal iluminada.

Kandahar, ciudad a unos 500 kilómetros al sur de Kabul construida sobre las ruinas de un fuerte fundado por Alejandro Magno, fue capital del imperio afgano en el siglo XVII. Pero poco queda de los jardines y vergeles que la hicieron famosa. Entre el terror y la incertidumbre que han parido tres décadas de guerra, los kandaharíes aspiran ahora a tener paz y reclaman a la policía que cumpla su cometido: protegerlos. Quieren poder casarse sin que una bomba destroce al novio y a 39 de los invitados, como sucedió el 10 de junio en Nagahan, un pueblo no muy lejano del despacho del jefe de policía Zazai.

El programa de formación costará a EEUU 20.000 millones de dólares

La ciudad que fue cuna y aún es feudo del movimiento talibán está en el centro de todas las miras por su posición estratégica en el sur del país. Pero aunque la OTAN y el ejército afgano aún confían en que la ofensiva que han anunciado para este verano en la provincia debilite a los talibanes, por el momento han conseguido justo el efecto contrario. Los insurgentes han contraatacado con fiereza matando a más de dos centenares de personas en la ciudad en sólo un mes.

En medio de este caos, el jefe de la policía local ha asumido la tarea de reclutar nuevos agentes. Además de lidiar con una corrupción galopante en el seno de la institución, Zazai tiene que batallar para convencer a sus compatriotas de que ingresen en las fuerzas de seguridad y se conviertan así en el blanco principal de los ataques de la insurgencia. Los policías son el objetivo más fácil para los rebeldes, entre otras razones, porque el ejército nacional afgano patrulla y, al estar en movimiento, puede repeler mejor los ataques. Los policías, fijos en los puestos de control, son una diana casi segura.

Algunos futuros agentes 'no saben disparar', explica un formador

'Reconozco que el cuerpo de policía está manchado por la lacra de la corrupción, pero estamos luchando para aumentar la transparencia de nuestros funcionarios', puntualiza Zazai, que considera que los bajos salarios de los policías, en comparación con los de los soldados, alientan la corrupción entre sus filas y mandos. También la extorsión: los subalternos deben pagar a sus superiores una parte de su salario. 'La seguridad de los ciudadanos es nuestra principal preocupación', continúa el jefe de policía, antes de agregar que lo que ofrece el Ministerio de Interior es una formación de nivel 'profesional' y un salario mínimo de 150 dólares, según rango, además de un complemento de peligrosidad de 225 dólares.

El salario medio de un afgano ronda los 100 dólares, por lo que este incentivo económico podría animar a muchos jóvenes desempleados a alistarse. El sueldo de policía sigue lejos de las altas sumas algunas fuentes hablan de 1.000 dólares que ofrecen los talibanes para unirse sus filas.

El objetivo, a corto plazo, es dotar a las fuerzas de seguridad de 2.000 efectivos más en la capital provincial antes de octubre de 2010. La meta: llegar a un total de 132.000 policías a finales de 2011, fecha límite de la retirada del país de todos los soldados norteamericanos. Este plan prevé que las fuerzas de seguridad afganas asuman gradualmente el control de la situación, un objetivo clave en la estrategia militar del presidente Barack Obama en Afganistán. De ahí, el ambicioso programa de entrenamiento de la policía afgana, que Estados Unidos previó para dos años. Su coste para los contribuyentes norteamericanos será de 20.000 millones de dólares.

Para acelerar el entrenamiento, un equipo de policías canadienses y de personal de la empresa privada de seguridad estadounidense DynCorp se encarga de formar a los futuros policías afganos en la base área de la OTAN en Kandahar. Pero instruir en sólo ocho semanas a oficiales de alto rango y nuevos reclutas, de los que el 70% apenas sabe leer ni escribir, es un desafío.

'Desgraciadamente, en el pasado no hemos recibido ningún tipo de formación por parte de la OTAN, que sólo entrenaba a los soldados del ejército', lamenta Mohamed Walid, de la policía antidroga. 'Pero, después de ocho años, [la coalición internacional] ha traído instructores para entrenar a las fuerzas de seguridad afganas'. El capitán Walid es uno de los 50 oficiales inscritos en el segundo curso preparatorio para mejorar la profesionalidad de la policía.

Las asignaturas, impartidas en dari, el dialecto afgano del persa, versan sobre Derecho Civil, liderazgo basado en valores y la Constitución afgana. Su fin es 'garantizar el buen comportamiento de la policía para ganar el respeto y la confianza de la población', incide el formador canadiense Armando Vélez. No obstante, reconoce este instructor, la mayoría de sus alumnos 'son analfabetos y se aprenden todo de memoria para el examen oral'.

El curso se completa con dos semanas de formación práctica en técnicas de combate, impartidas por entrenadores de élite de DynCorp. Por ejemplo, la simulación de un atentado terrorista y el protocolo en caso de que se localice una bomba.

Durante los 15 días de formación intensiva, los aspirantes a policía duermen en los barracones del campamento militar, pero separados por grupos debido a las rivalidades étnicas. Por la mañana se forman dos equipos pastunes y hazaras para salir a patrullar con soldados de la OTAN.

'Muchos de los que vienen aquí nunca han salido a patrullar ni saben cómo enfrentarse a situaciones de riesgo', explica Robert, un formador estadounidense, que reconoce que 'a veces es frustrante'. 'Algunos reclutas no saben disparar un arma, lo que, en Kandahar, podría ser mortal', apunta.

Los aspirantes a policías que ya han pasado por el curso de formación llevan los uniformes limpios y un atisbo de profesionalidad se insinúa en su porte. Con un cierto optimismo, Robert dice que, 'al menos', los instructores están tratando de dejar 'una buena imagen'.

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