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Papá Weller pone orden en su casa

El padre del brit-pop sólo tocó 45 minutos y las actuaciones se suspendieron a las 23 horas por el fuerte viento

JESÚS MIGUEL MARCOS

Paul Weller barrió el patio, ordenó la casa y tomó el control del FIB. Tras la mediocre actuación de Oasis en la primera jornada Liam Gallagher volvió a liarla con sus enfados y el huraño de su hermano compitió en tontería, el padrino del brit-pop demostró tener más energía y talento que los otros dos elementos juntos.

Sacando pecho, saludando en español y moviendo el culo como un veinteañero, el canoso Weller abrió con rock sureño: Peacock Suit. En el medio tiempo Out of the sinking peleó con el viento, que dio bastantes problemas de sonido y ocasionó varios retrasos durante toda la jornada de ayer. Paul Weller es de esos blancos con un negro dentro: lo demostró en The Changing Man y su espina dorsal de soul, así como en el gospel carnal de All I wanna do (is be with you).

Con su inseparable Fender Telecaster, Weller sonó rotundo y serio, desplegando un abanico de recursos técnicos y compositivos bastante impresionante. El ex líder de The Jam, de los que también recuperó algún tema, está en plena forma. Cálido en las baladas, tierno en los estribillos románticos, sucio en las descargas eléctricas (Floorboards up, el tema que tocaba al cierre de esta edición) y siempre entregando hasta la última gota (que en su caso es de sangre). Su actuación se detuvo a los 45 minutos, y al cierre de esta edición permanecían parados dos escenarios por el viento.

Sólo tres músicos del presente cartel estuvieron en la primera edición, celebrada en 1995 en el velódromo de Benicàssim. Casualmente, los tres tocaron ayer: se trata de Jota y Florent, voz y guitarra de Los Planetas, y Alejandro Díez, líder de Cooper.

Habitual de Benicàssim comparte raíces leonesas con los directores del festival, los hermanos José y Miguel Morán, Díez tuvo el privilegio de tocar ayer justo antes de Paul Weller (uno de sus grandes referentes). El cabecilla de los mods españoles junto al padrino de los mods británicos. Estuvo a la altura, con un sonido poderoso que no sólo clava las versiones del disco la lectura de Ruido fue sobresaliente, sino que las mejora a base de agresividad y energía.

La jornada de ayer la abrieron los españoles Nudozurdo, una de las bandas revelación de la temporada en la escena indie. Rock apocalíptico, cantado en castellano, a la hora de la merienda. Su batalla: que sus atmósferas tormentosas eclipsaran el sol pegajoso que se colaba por el fondo de la carpa.

Con un sonido intenso y sólido, deudor del pop-rock británico más oscuro The Cure es referencia obligada, cumplieron las expectativas, aunque todavía tengan que pulir un poco más sus textos e inyectar un dinamismo más personal a sus canciones.

Los mancunianos The Paris Riots presentaron su candidatura, muy seria, a concierto más aburrido del festival. Con una voz cavernosa estilo Eddie Vedder, el cantante, un rubito de ojos azules y buena apariencia, funcionó como un imán para el público femenino (en esos momentos sólo estaba tocando, en otro escenario, el asturiano Nacho Vegas, con pocas posibilidades de plantarle cara en ese terreno). Como un partido sin goles entre el Valladolid y el Sporting, invitaron al bostezo. Rock varonil, simplón y somnoliento.

Vegas tuvo que lidiar con los problemas de sonido ocasionados por las fuertes rachas de viento. Christina Rosenvinge, que tocó a las 12 de la noche, le miraba desde la lejanía, como compadeciéndose por las inclemencias, pero finalmente no compartieron escenario, como se había rumoreado. Tonadas tétricas como El tercer día hipnotizaron al público, mayoritariamente español, claro.

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