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"La parafernalia judicial provoca miedo a los niños"

Pilar Polo, psicóloga responsable de formació de la Fundación Vicki Bernadet

M. Á. MARFULL

¿Conviene evitar que el menor se enfrente a su agresor en un juicio?

Sería lo mejor. Los niños no quieren hacer daño, lo que desean es ser creídos. Ya se han explicado en diferentes momentos del proceso judicial, declaraciones, exploraciones, y no entienden por qué tienen que volver a hacerlo. El juicio, con toda su parafernalia, también provoca miedo.

¿Qué efectos les produce encontrarse con su agresor?

En general, miedo. Muchas veces hay un retroceso en el proceso de recuperación del menor, ya que se vuelven a revivir sensaciones que se tenían controladas, pero que una situación estresante, como es la declaración en el juicio, puede hacer resurgir.

¿Puede alterar su testimonio?

Aunque lo pasen mal, los niños saben que tienen que decir su verdad. Quieren ser creídos, por eso se les tiene que ayudar a hacer una declaración lo mejor que puedan. Los profesionales que trabajan en los juzgados intentan que sea así, ofreciéndoles todo su apoyo.

¿Cómo se pueden detectar los abusos?

No existen indicadores únicos, aunque destacan diferentes situaciones, como cambios de conducta repentinos y sin explicación aparente, a las que conviene atender como posibles indicios.

¿Hay alguna manera de prevenir estos casos?

Hay un aspecto importante, de protección, que es el deber de los adultos a responsabilizarse de los niños de su entorno. Es importante que se respete su ámbito afectivo. Los niños, igual que los adultos, saben quién les cae bien y quién no, y deben aprender a confiar en sus instintos e intuiciones.

¿Qué perfil describe a una víctima potencial?

Es peligroso hablar de perfiles, pero las estadísticas nos hablan de niñas de 9 a 12 años como la franja de edad en la que se producen más abusos sexuales infantiles.

¿Y perfil de los agresores?

No existe un patrón y ello lo hace más peligroso. Son personas que tienen accesibilidad a los menores. Por lo tanto, personas que gozan de la confianza de la propia familia de los menores.

¿Qué se debe hacer si hay sospechas de abusos?

Crear un espacio de confianza para que el menor pueda explicar qué ha pasado, ya que es mejor para su recuperación que pueda verbalizarlo a ser descubierto. Si no es así, se debe acudir a los servicios sociales, para que puedan iniciar las acciones necesarias para proteger al menor.

¿Cómo se siente un menor agredido?

El abuso se mantiene por el sentimiento de complicidad que el abusador/a provoca en el menor y el secretismo que se establece desde el primer instante. El niño se siente culpable. Piensa que el abuso sucede porque lo ha provocado, y por lo tanto, de algún modo se lo merece. Esto aumenta su sentimiento de indefensión.

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