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"Una parte de la cultura española vive del poder"

De Mick Jagger a Epi, pasando por los GAL, el cantante repasa 30 años de carrera, al publicar una caja de éxitos y rarezas

JESÚS MIGUEL MARCOS

Ha cambiado la chupa de cuero por el traje, pero sigue vistiendo de negro. Las canas aspiran a la mayoría absoluta en la república de su cabello, pero el tupé se mantiene como presidente. El próximo año cumple los 50, pero, lejos de jubilarse, prepara nuevo disco y su segunda novela. Hay cosas en Loquillo que nunca cambian. Otras sí: ayer por la mañana firmaba autógrafos a dos niñas de 12 años a las puertas de lo que un día fue la sala Rockola; en ese mismo lugar, hace casi 30 años, el Loco se atiborraba de anfetaminas, subía al escenario para dar su primer concierto en Madrid y tenía que ser evacuado del local por la Policía después de provocar una trifulca entre punks y rockers. 'La leyenda es la leyenda', dice para rematar la anécdota.

Volvió ayer Loquillo al templo de la Movida para encontrarse un local en alquiler con las puertas llenas de graffitis horteras y bloqueadas con cadenas. Ahora que publica una lujosa caja recopilatoria con grandes éxitos, rarezas y un documental, Loquillo volvió y habló, cómo no, de él; o mejor dicho, de su personaje: pandillero peligroso en los ochenta, crooner poético en los noventa y, ya en 2009, padre rockero bajo el síndrome de Forrest Gump.

'Loquillo es un apodo que me coloca Epi en un campeonato'

Parece que lo ha vivido todo. Cambien el banco donde se sentaba el personaje que interpretaba Tom Hanks por una mesa en el restaurante Casa Jorge de Madrid y escuchen: 'Loquillo es un apodo que me coloca Epi en una semifinal de un campeonato de España de juveniles. Yo entonces jugaba en el Cotonificio de Badalona, el equipo donde debutaron Andrés Jiménez y Aíto García Reneses. Me llamaban Pájaro loco, porque llevaba una cazadora con un dibujo de un pájaro. Epi me lanzó el balón con mucha fuerza y me empotró contra la grada. Entonces se me acercó y me dijo: más que loco, eres un loquillo'.

Es de suponer que un artista que siempre ha transmitido una imagen de gran fortaleza también haya pasado por momentos duros. Al interrogarle por ellos, no hace referencia a los dos años que pasó en la mili, ni a la ruptura con Sabino Méndez (guitarrista y compositor de la mayor parte de las canciones de Loquillo y Trogloditas), ni siquiera a aquella gira interminable de principios de los noventa que en su cabeza es sólo una gran laguna. Su momento más duro fue cuando censuraron el vídeo de Los ojos vendados, donde denunciaba las torturas en España. 'Fue en el año 93. Sentí el aliento del poder en la nuca. Al cabo de un mes o dos se disparó el caso GAL, habíamos metido el dedo en la llaga', sostiene con seriedad.

Pese a los sufrimientos que le acarreó aquel trance (retiraron sus canciones de la radio, le acusaron de pro-etarra...), la experiencia dejó varios momentos humorísticos, principalmente gracias a la colaboración de algunos personajes siempre atentos para endulzar la realidad. Como por ejemplo Concha Velasco. Cuando Loquillo acudió a su programa, presentó la canción diciendo: 'Qué bonito es el amor con los ojos vendados'.

'Tengo un don, que es ver el talento en los demás; soy un catalizador'

Del baloncesto al terrorismo de Estado y tiro porque me toca. A finales de 2006, Loquillo había decidido disolver los Trogloditas definitivamente. Recapacitó cuando les llamaron para ser teloneros de los Rolling Stones. ¿Por qué les eligieron a ellos? Loquillo responde con rotundidad: 'Buscaron a la mejor banda española'. En esos conciertos, el Loco no tuvo mucho contacto con sus satánicas majestades ('me encontré con Jagger en el ascensor'), pero sí recibió cierto trato de favor: 'Cinco minutos antes de subir al escenario, se acercó su manager y me dijo: Mr. Jagger ha dicho que tienes todo el escenario para ti y, además, vas a tener las pantallas a tu servicio. Eso es algo que los Rolling no hacen nunca. Eso fue todo un detalle'.

Sus dos metros de carne sobre hueso (algún tapón seguro que le cayó a Epi) no permiten ver dónde empieza y dónde termina el personaje. En todo caso, como ocurre con su amiga Alaska, hay personaje para dar y tomar. Pero si la cantante de Fangoria es sibilina como una serpiente, a Loquillo se le transparentan las costuras de su estrategia. Como cuando no termina de aclarar si a él, un rocker en toda regla, le gustaban las canciones de los Pegamoides. O cuando dice que las canciones no son ni suyas ni de Sabino Méndez: 'Son de la gente'.

Buscando un referente de Loquillo en el extranjero, uno se percata de que no existe. Integra en él muchos perfiles (rasgos de Joe Strummer, Johnny Rotten, Mick Jagger, Johnny Ramone, Bruce Springsteen...), pero por encima de ellos brilla una sutil singularidad que bien podría radicar en su fe ciega en sí mismo. Esa confianza que hace que cuando le preguntan por las tres personas más importantes para él en su carrera, le dé la vuelta a la tortilla y afirme: 'Yo te diría lo importante que yo he sido para ellas, porque si algo soy es un catalizador. Tengo un don, que es ver el talento en los demás. He sabido rodearme de los mejores y yo los he ido a buscar'. Es posible que sin Sabino Méndez el Loco no hubiera llegado a estrella, pero hay otra pregunta aún más intrigante: ¿y Sabino Méndez sin el Loco?

Impredecible, intrépido y valiente, se arrepiente de su participación en la campaña a favor de la Constitución Europea. 'A mí no me enganchan con ninguna más. Ya he visto hasta dónde puede llegar la clase política. Y también a los artistas que tienen cerca. Yo no vivo del poder, pero en España, desgraciadamente, una parte de la cultura vive del poder', denuncia. Con su segunda novela y un disco en proyecto, su único reto es 'volver a hacer kárate'. Lo dicho, impredecible, intrépido y valiente.

Alaska

'Alaska me hizo un favor y representa a la España de la modernidad'. Loquillo desembarcó en Madrid a principios de los ochenta y fue recibido con los brazos abiertos por los cabecillas de la Movida, empezando por Alaska. ¿Qué tenían que ver un rocker estirado de dos metros de altura con una post-adolescente aficionada al punk? En apariencia nada, pero sí en el fondo: la apertura de miras y la vocación de estrella les unieron.

Sabino Méndez

'Junto con Carlos Berlanga y Jaime Urrutia, el mejor autor de los ochenta'. Loquillo conoció a Sabino Méndez en el parque de la Universidad de Barcelona, “el único lugar donde podíamos comprar droga, porque la Policía no podía entrar”. Fueron uña y carne hasta que los conflictos económicos y la adición de Méndez a la heroína terminaron con la salida de este último de los Trogloditas. Méndez es el autor de clásicos como ‘Cadillac solitario’ o ‘La mataré’.

Jaime Urrutia

'Nadie utiliza el castellano como él. Jaime escribe, los demás lo intentamos'. Dice Loquillo que España todavía no se ha dado cuenta de la talla de Jaime Urrutia como compositor de canciones. Para él, es uno de los grandes. Se conocieron en Madrid durante la época de la Movida y su amistad llega hasta nuestros días. Hace unos años, volvieron a colaborar juntos en un exitoso tema de Urrutia, ‘¿Dónde estás?’, en el que también participaron Enrique Bunbury y Andrés Calamaro.

Carlos Segarra

'Injustamente olvidado. El padre del rock contemporáneo en España'. Loquillo empezó a cantar junto al líder de Los Rebeldes en 1978 bajo el nombre de Teddy Loquillo y sus Amigos. Hacían principalmente versiones de los clásicos del rock and roll. Cuando tuvo la oportunidad de grabar su primer álbum, Loquillo llamó a Segarra y a Méndez para que aportaran canciones. Finalmente, en diciembre de 1980 entraron al estudio: en un día las grabaron y en otro las mezclaron.

Ramoncín

'Importantísimo para unir el rock de los sesenta con el de la democracia'. Loquillo no duda a la hora de defender a su compañero de profesión: “Yo juzgo a las personas por la música. Si no, no me gustaría Frank Sinatra. Como apoyó a Reagan... El día que Ramoncín fue expulsado a botellazos del Viñarock los compañeros de profesión hicimos el ridículo por no denunciarlo. Eso no se puede hacer con nadie. Le han llegado a perseguir por la calle. Que tiene cuatro hijas…”.

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