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Paul McCreesh sublima en "Spotless rose" la emoción que despierta la Virgen

EFE

Cuando en 2007 uno de los mejores directores de música antigua del mundo, Paul McCreesh, dirigió a su coro, Gabrieli Consort, en la catedral de Cuenca, no sabía que aquel repertorio, dedicado a la Virgen, volvería a España dos años después transformado en el disco "Spotless rose", en el que sublima la emoción mariana.

McCreesh ha presentado en la sede de la Fundación Caja Madrid el disco y la gira que harán por España, que comenzará, precisamente en Cuenca, con una selección de las trece piezas con las que, a través de composiciones que van del Renacimiento a la actualidad, recorren los hechos fundamentales de la vida de María.

A la catedral de Cuenca volverán el 12 de abril, para participar, en los días sucesivos, en el ciclo de Música Sacra en las Catedrales Españolas de Fundación Caja Madrid, con paradas en Toledo, Jaén y Granada.

"Odio dirigir repertorio sacro en un auditorio. No creo que haya mejor sitio que una catedral, porque las voces necesitan de esa acústica para que las voces floten, y además los conciertos son muy especiales gracias a la espiritualidad de la que se contagia el público, capaz de guardar el más sepulcral de los silencios", explica McCreesh (Londres, 1960).

El repertorio del disco, grabado en la Capilla Lady de la catedral inglesa de Ely, está dividido en cinco secciones, que abarcan la invocación a María, con música de Tavener y Desprez, la Anunciación -Stravinsky y Swayne-, la Natividad -Mouton, Howells, Adès y anónima del s.XV-, la Crucifixión -Palestrina- y su papel como intercesora de los fieles -McMillan, Grieg, Bax y Gorecki-.

McCreesh, un "viejo conocido" del Teatro Real, donde dirigió a Plácido Domingo en "Tamerlano" y al que volverá la próxima temporada con "Theodora", cree que la música sacra "mira mucho hacia atrás. Los compositores se inspiran en lo que ya hay hecho, y eso creo que tiene que ver con la trascendencia de la Iglesia, con la verdad eterna".

Su selección de obras, expurgadas de entre más de 2.000 composiciones dedicadas a la Virgen María, responde al deseo del director de componer una suerte de "Libro de las Horas", "con reflexiones metafísicas, revelaciones sobre lo inefable, de una espiritualidad que desborda".

El disco toma su título de "A Spotless Rose" (Una rosa inmaculada) de Herbert Howells, "una pequeña obra maestra" de la música sacra de comienzos del siglo XX, porque "la más hermosa de todas las alegorías marianas es la de la rosa, que simboliza todo lo puro".

Con esta selección, a McCreesh le gustaría mostrar la parte artística de cómo, "en medio de la paradoja de que es divina y pura, inalcanzable y sensual, intensamente humana", se contempla a la Virgen a través de los siglos; de cómo su popularidad va aumentando progresivamente, hasta que en los siglos XI y XII se eleva su estatus al de figura preeminente en la Iglesia.

Los Gabrieli, coro que él fundó, y McCreesh ya han actuado con este repertorio en países como Alemania e Inglaterra, y el director sabe que en cada lugar "se escucha la música de forma muy distinta. En España es especial, porque hay una gran tradición católica. La respuesta espiritual es diferente", asegura.

Está "absolutamente orgulloso" del trabajo del coro, de su nivel técnico, "lleno de virtuosismo y articulación", pero sobre todo de cómo han sido capaces de expresar la espiritualidad que emana de cada uno de los motetes en honor a la "Virgo Sanctissima", "un reto para todos, incluido el público", facultado para "dejarse llevar por la trascendencia de la música sacra".

McCreesh, que asegura que no quiere encasillarse en un solo repertorio, volverá, del 23 al 26 de abril, a España (Bilbao, San Sebastián, Castellón y Murcia) a dirigir a la Orquesta de Cámara de Basel con piezas de Schubert, Mahler y Brahms, y el 10 de mayo para el concierto que dará, en Valladolid, con Rolando Villazón y los Gabrieli, interpretando a Händel.

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