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El Premio Donostia, mucho más que un galardón maldito

Woody Allen, Meryl Streep, Al Pacino, Robert De Niro, Anthony Hopkins y Bette Davis han sido homenajeados en San Sebastián

THAÏS MUÑOZ

Desde 1986, el Premio Donostia ha servido para el reconocimiento de actores y directores tan laureados como Woody Allen, Francis Ford Coppola o Fernando Fernán Gómez. También para la promoción de un festival que cobra mayor repercusión con la publicidad de las visitas internacionales. Pero durante su recorrido ha ido recopilando un puñado de anécdotas y habladurías que quedarán para los anales cinematográficos de la historia.

Cuando en 1989 Bette Davis recogió el Premio, cigarro en mano, no sabía que su muerte por un cáncer de pecho en fase terminal, apenas una semana después, iniciaría la leyenda negra sobre la mala suerte que supuestamente rodea la entrega del galardón.

Dos años más tarde, el fallecimiento del que interpretó al más memorable psicópata de Hitchcock, Anthony Perkins, apenas un año después de que recibiese la farola honorífica, incrementó la suspicacia de quienes gustan de este tipo de leyendas.

Tampoco contribuyó a sofocar la rumorología la muerte de Lana Turner en 1994, a quien le dieron el Premio nueve meses antes de que la venciese el cáncer de gargarta. Por aquellos años, en plena incandescencia de las habladurías, incluso se ponía atención a la salud de los premiados, y con más razón si sobrepasaban los sesenta. Tan es así que, cuando Lauren Baccal recibió el galardón en 1992, los cinéfilos del certámen andaban cruzando los dedos. Hoy, a sus 86 años, continúa desmintiendo una maldición con poco fundamento.

Pero el momento cumbre de la leyenda llegaría en 2001, cuando ninguno de los tres homenajeados pudo subir al escenario. La caída de las Torres Gemelas provocó que el protagonista de Bonny and Clide, Warren Beatty, y la actriz que encarnó a Mary Poppins, Julie Andrews, dejasen sin el necesario glamour al festival, mientras la muerte inesperada de Paco Rabal, una semana antes de que el certamen abriese sus puertas, conmocionaba al cine español.

Cuando la rumorología andaba perdiendo fuerza, la mala suerte se trasladó a la retrospectiva que el festival había dedicado a Robert Wise. Un día antes de que se iniciase el certamen, el cineasta falleció y su mujer, que se encontraba en San Sebastián, tuvo que marcharse a Los Ángeles.

Pero la accidentada casualidad ocupa tan sólo una página en la historia de un Premio que atesora vivencias de todo tipo. A la parquedad de Robert De Niro, de quien se dijo que había sido galardonado con el primer Premio Donostia al cine mudo, por defraudar las expectativas de un público que lo esperaba ansioso y de unos medios que hasta el último momento no daban por sentado que asistiera, le han seguido escenas tan emocionantes como la que protagonizó Michael Caine, que manifestó que el Premio le ayudaría a superar el bache que estaba atravesando e incluso se planteó comprarse una vivienda en los alrededores de la ciudad.

Y es que cada premiado ha vivido su paso por el Festival de una manera distinta. Mientras el ganador de cinco Oscars y director de El Padrino, Francis Ford Coopola, anduvo paseándose en camisa hawayana por la ciudad, el protagonista de El silencio de los corderos, Anthony Hopkins, que interrumpió el rodaje de una película para acudir a la capital guipuzcoana, confesó no saber con exactitud qué premio le estaban dando en su visita relámpago. 

Por su parte, Woody Allen reservó la presentación mundial de su película Melinda y Melinda para la gala inaugural en que recibió el Premio que el entonces director del certamen, Mikel Olaciregui, calificó como 'uno de los puntos culminantes de toda la historia del Zinemaldia'. Por aquel galardón, que compartió en 2004 con Jeff Bridges, El Nota de El gran Lebowski, y Annette Bening, o la mujer del matrimonio frustrado de American Beauty, el cineasta consiguió colapsar como nunca la tradicional rueda de prensa que ofrecen los galardonados.

Otros mostraron su interés por la situación política del País Vasco y aprovecharon para intentar despertar conciencias. Así lo hicieron Vanessa Redgrave, que en su discurso añadió que había 'esperanza en el mundo', pero que había que 'ayudarla a nacer', y Meryl Streep, quien se dijo 'orgullosa de ser actriz en un momento en que el arte desempeña un papel tan importante para acercar culturas'. 

Entre los grandes ausentes, uno de los premios a la inaccesibilidad se lo lleva el protagonista de Con faldas y a lo loco, Jack Lemmon, al que Diego Galán intentó persuadir sin éxito a lo largo de los 13 años en que dirigió el Festival. Incluso le dedicó el libro Jack Lemmon nunca cenó aquí, en el que Galán cuenta sus vivencias en el Zinemaldía. 'Para que sepa lo que se perdió', afirmó el exdirector en una entrevista.

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