Los teléfonos no dejaron respirar ayer al poeta. A José Emilio Pacheco se le enfrió el café ante las llamadas de la prensa a su habitación del hotel Hilton de Guadalajara (México). Pero contestó con diligencia. Un profesional.

¿Cómo se recibe el Cervantes cuando sólo hace un mes que recogió el Reina Sofía de Poesía?

No lo asimilo. Estoy despertándome y me siento como en un estado de irrealidad.

Su últimos libros publicados en España se titulan La edad de las tinieblas y Como la lluvia. Son un retrato un tanto pesimista de esta década que acaba.

Son un reflejo de que esta época en la que vivimos representa la nada. Creo que vivimos en una época siniestra en la que se ha perdido la esperanza que nació hace 20 años con la caída del Muro de Berlín. Desde entonces, todo ha salido mal. Sobre todo en México donde tenemos un Gobierno malísimo.

Y el poeta debe cantar esos males de la sociedad.

Yo escribo porque, si no, ¿qué vas a hacer? Creo que algunos de esos poemas puede influir a alguien para provocar algo.

Pero usted no se ha caracterizado por ser un poeta excesivamente crítico.

Yo no impondría a nadie lo que tiene que ser o no, pero sí que creo que nada nos es ajeno.

Le llaman poeta, pero usted también tiene una gran obra narrativa y ensayística.

Yo soy escritor, y en ocasiones, a partir de las cosas que veo, me pueden salir versos o una obra en prosa. Pero cuando me pongo a escribir no pienso en qué forma saldrán.

Usted rompió con la tradición de Octavio Paz. ¿Por qué?

Bueno, yo no he pensado nunca en ese enfrentamiento, pero es verdad que fue un poco tortuoso para mí. Fue una relación difícil. Y sí, hice una antología que iba totalmente en contra de lo que defendía Paz, pero lo hice sin gritarlo.

¿Por qué ha tardado una década en publicar?

Yo he estado escribiendo todos estos años y quizá cometí un error al reunir los poemas en estas antologías. Lo peor es que después de estos premios yo ya no sé qué voy a escribir ni qué va a pasar conmigo. Me da mucho vértigo.

¿Cómo se define?

Yo no me puedo definir. Si acaso, me defino por lo que escribo, porque cualquier cosa que dijera de mí sería como hacerme un photoshop.