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La prosperidad de Brasil en un solo grano

NAZARET CASTRO

En el Salón del Pregón, cubierto con cuadros del pintor Benedito Calixto, el visitante termina por comprender la crucial relevancia que adquirió la ciudad de Santos entre los siglos XVIII y XIX. Allí se realizaban las cotizaciones diarias de los sacos de café que después salían del puerto de Santos con destino a todo el mundo. Era la época dorada del negocio cafetero, que, durante dos siglos, fue fundamental para la historia de Brasil y, sobre todo, para el desarrollo económico de la ciudad de Santos y del Estado de São Paulo, que creció al ritmo del café.

El último pregón tuvo lugar en los años cincuenta del siglo pasado, cuando los negocios comenzaron a ser transferidos para la ciudad de São Paulo, que hace apenas un siglo era una pequeña villa y hoy es la mayor metrópoli de Suramérica, con una población que alcanza los 20 millones de habitantes con su área metropolitana. Y este producto sigue siendo vital hoy para un país que produce la tercera parte del café en el mundo, y que es el principal exportador.

Desde 1998, el Museo del Café de Santos se encarga de divulgar esa relación histórica entre Brasil y el café. El museo se ubica en el histórico edificio de la Bolsa Oficial de Café, que, cuando fue inaugurada en 1922, al final de una época dorada para la cafetería brasileña que se interrumpió con la Gran Depresión, cumplió la función de centralizar el negocio cafetero y la de difundir propagandísticamente la riqueza del estado de São Paulo; de ahí la suntuosidad del edificio, sus cúpulas, esculturas y mosaicos de mármol. El café era símbolo de prosperidad, y el desarrollo del ferrocarril paulista es buena prueba de ello.

Cuando se inauguró el edificio que hoy alberga el museo, en el centenario de la independencia de Brasil, Santos era la mayor plaza de café del mundo. Cuentan que muchos países sólo aceptaban comprar el producto si había sido negociado y autenticado en la Bolsa Oficial del Café. Esa función la mantuvo el edificio, con algunas interrupciones, hasta 1986.

El museo alberga, además de una colección que expone los pormenores del negocio cafetero, una exposición que narra la influencia del sector, desde la llegada de las primeras semillas hasta la profesionalización de las plantaciones, y que pone en relación este negocio con las oleadas de inmigración llegadas de Japón y Europa en los siglos XIX y XX.

El museo, que hoy mantiene la Asociación de Amigos del Museo del Café, cuenta con una muestra de objetos y documentos, así como una librería, una biblioteca, un archivo, además de un centro de preparación de café que ofrece talleres. Y, por supuesto, la muestra se complementa con una cafetería que, en este caso, adquiere una relevancia especial y donde se oferta una amplia gama de productos y variedades de granos.

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