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Puro ritmo latino en el corazón de África

Angola. Beatriz estuvo en el país trabajando para Acción contra el Hambre

ALEJANDRO TORRÚS

Me quedé sorprendida al llegar a Angola por el aire latino que se respira. El país huele a música, a ritmos latinos fusionados con África. Es espectacular', recuerda Beatriz Navarro, cooperante internacional que trabaja para la ONG Acción Contra el Hambre.

Navarro tiene sólo 31 años y ya ha vivido gracias a su trabajo en Angola, Níger, República Centroafricana y Guinea Conakri. De todos ellos, se queda con Angola. 'Es muy fácil comunicarte con la gente, es muy abierta y en la capital, Luanda, hay un montón de sitios donde escuchar música en directo, bailar y pasar un buen rato', señala.

Sin embargo, visitar Angola no es fácil. Los trámites son largos y pesados, las vacunaciones a realizar son múltiples y moverse al libre albedrío es prácticamente imposible. No obstante, una vez en el país, todo esfuerzo previo realizado se ve compensando por la inmensidad de un país que hasta hace apenas cinco años era prácticamente virgen en cuanto a turismo internacional se refiere. 'Cuando uno llega a las cataratas de Kalandula con una caída de 105 metros, se olvidan todos los problemas previos', reconoce nuestra viajera. 'Es una auténtica maravilla. No hay absolutamente nadie. Sólo el visitante, la naturaleza y el ruido del agua', señala.

Angola está situado al suroeste de África y es una excolonia portuguesa. Aunque se estima que su territorio está habitado desde el 7000 a.C., su capital, Luanda, fue fundada por los portugueses en 1578 y está considerada como la capital más cara del mundo debido a la explosión comercial que vive el país gracias al petróleo y los diamantes.

'Lo que mejor describe al país es su música, es alegre, feliz y abierta', señala Beatriz

En la misma provincia que las cataratas, Malanje, se encuentra otra de las maravillas naturales del país africano: las Piedras Negras. 'Son unas piedras enormes de origen milenario desde donde se puede ver la grandeza del valle', describe Beatriz.

De vuelta a Luanda, a apenas unos kilómetros de la capital, está el rincón favorito de Beatriz, al que le gusta llamar 'el camping de las langostas'. 'Allí pasé la mejor Nochevieja de mi vida', recuerda. 'Acampábamos en la playa y comprábamos langostas a un precio muy asequible a un grupo de pescadores locales; uno de los grandes placeres de ser humanitario', confiesa.

A la mañana siguiente, se adentraron en un pueblo y Beatriz vivió uno de sus mejores momentos como cooperante. 'Fuimos al pueblo que está cerca de la cala para tomar un baño en el río', recuerda. 'Allí los chicos se fueron para un lado y yo me fui con un grupo de mujeres. Nadie se extrañaba de verme allí. Disfruté muchísimo de aquel baño. Las poblaciones interiores son mucho más tranquilas y seguras que la capital', señala.

Pero no todo acaba en la naturaleza, ya que en Angola también hay sitio para la diversión. El viajero no puede abandonar el país sin haber bailado la kisamba, un ritmo musical 'muy parecido a la lambada fusionado con ritmos de Cabo Verde que se baila muy, muy pegado' o la semba, 'una especie de salsa, mucho más tranquila, que gusta mucho a la gente mayor', señala. 'Lo que mejor describe al país es su música; es alegre, feliz y abierta a nuevos ritmos', concluye.

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