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Roma escondía los iconos más antiguos

Un tesoro en las catacumbas

GONZALO DOMÍNGUEZ

Las catacumbas escondían a los primeros cristianos con celo de las persecuciones romanas. Bajo tierra podían desarrollar sus actos litúrgicos sin temor a represalias y allí pasaban gran parte de su vida. Con el mismo celo, la catacumba de Santa Tecla ha mantenido oculta a los historiadores del arte los rostros más antiguos de los apóstoles Pablo, Pedro, Juan y Andrés. En la oscuridad de una cuadrícula que albergaba la tumba de una mujer de la nobleza romana y tras una capa de cal, estaban las cuatro representaciones que ya se amoldan a un canon predeterminado.

Hace justo un año, los investigadores italianos de la Comisión Pontificia de Arqueología Sacra lograron acceder hasta esos iconos gracias a las más modernas técnicas de investigación con láser a las que, ellos sí, tienen acceso. Tras volar con esa tecnología las capas de cal que recubrían las joyas pictóricas las autoridades pontificias mostraron al mundo los 4 frescos sin sospechar que se trataban de los más antiguos conocidos hasta ahora.

Los frescos del siglo IV, escondidos tras varias capas de cal, muestran los rostros de Pablo, Pedro, Andrés y Juan ya con sus rasgos característicos

San Pablo, el primero que salió a la luz de las catacumbas y azote de los cristianos hasta su conversión, muestra su característica barba puntiaguda. A San Pablo, le siguieron la barba blanca y mandíbula cuadrada de San Pedro, el pescador a quien Jesucristo mandó edificar su iglesia de acuerdo con las escrituras a las que alega el Vaticano. Tras ellos aparecieron Andrés y Juan, 'el apóstol amado', con sus 'característicos labios carnosos'.

La representación de los apóstoles por separado supone una gran innovación en la iconografía paleocristiana, de hecho, es la primera vez que los apóstoles aparecen con esa disposición y no asociados a Jesucristo. En los frescos anteriores encontrados, las escenas son mucho más amplias y puede observarse a Jesús en una bóveda rodeado por los apóstoles representando al Buen Pastor mostrando profundas conexiones con la filosofíaaristotélica.

La universalización de estas características ya en el comienzo de la representación pictórica cristiana supone un hecho extraordinariamente revolucionario. Tan solo unas décadas después de que Constantino agrupara y seleccionara los textos religiosos existentes para crear la Biblia en el Concilio de Nicea y cuando San Jerónimo traducía al latín ese mismo texto, los primeros cristianos de Roma ya contaban con un modelo para representar a los discípulos de su maestro.

Los artistas que plasmaron su arte en las paredes de Santa Tecla vivían probablemente bajo los designios del emperador Teodosio, quien continuó con la labor iniciada por Constantino de apoyarse sobre los cristianos para apuntalar su poder entre la sociedad romana. El cristianismo vivió su periodo de máximo crecimiento durante el siglo III, ampliando su peso social creció. Consciente de ese nuevo poder, Constantino el Grande busco su apoyo y favoreció el impulso de la Iglesia al convocar el Concilio de Nicea, aunque mantuvo su cargo como Pontifex Maximus, supremo sacerdote de la religión tradicional romana. Teodosio, con menor inteligencia política que su antecesor, estableció el cristianismo como religión oficial y persiguió a los que mantenían esa religión tradicional.

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