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San Sebastián exhibe a los artistas que alumbraron el París de la modernidad

EFE

La modernidad del París de hace un siglo no sólo emergió de la mano de los genios, sino entrelazada con un buen número de artistas que quedaron en la sombra. Las obras de unos y otros configuran la nueva exposición de la sala Kubo de San Sebastián, en la que la capital francesa es protagonista absoluta.

"París. 100 años" mostrará desde hoy y hasta el 5 de abril una selección de los fondos artísticos del coleccionista Claude Ghez, depositados en el Petit Palais de Ginebra.

Son en total 75 obras -62 pinturas, 8 dibujos, 2 esculturas, 2 aguafuertes y un cartel- que firman, entre otros, Renoir, Derain, Degas, Utrillo, Steilen, Picasso, María Blanchard, Foujita, Chagall, Van Dongen y Francis Picabia.

Louis Legrand, Georges Bottini, Gustave Caillebote, Camoin, Sem, Marevna, Ossip Zadkine, Albert Gleizes y André Lhote se suman también a una extensa lista de autores que, a través sus cuadros, confeccionan retazos de la vida de un París en transformación, de una ciudad que empezaba a cambiar su fisonomía mientras ellos se escondían en ese reducto de libertad que fue el barrio de Montmartre.

Pese a escapar de esa "reforma uniformadora" que estaba alumbrando el nuevo urbanismo de los grandes bulevares, los creadores de aquella época trasladaron a sus lienzos todos esos cambios, lo que iba a desaparecer y lo que permanecería, así como la vida de la calle y de muchos locales.

Para hacer más cómoda la visita, Lola Jiménez Blanco, comisaria de esta muestra organizada por la sala de exposiciones del Kursaal, ha dividido las obras en cuatro "argumentos temáticos": "Los escenarios de París", "El espectáculo, la noche", "Interiores, intimidades" y "París, sede de las vanguardias".

En el primero, artistas como Alphonse Léon Quizet, Charles Camoin y Théophile-Alexandre Steilen pintan los molinos de París, los de Montmartre o el de La Galette, en una ciudad que empezaba a convivir con la Torre Eiffel y que construía el Sacré Coeur, como puede contemplarse en un lienzo de Maximilien Luce.

Nicolas Tarkhoff se acerca al Boulevard de Saint Denis como testimonio de lo que ocurría en la ciudad "de abajo", mientras que Picasso, Degas, Legrand, Picabia, Georges Kars, Suzanne Valadon, Pinchus Krémêgne y Jules Pascin se apartan en "Interiores, intimidades" del desnudo idealizado, el que buscaba la perfección de las formas, para pintar mujeres reales, "cuerpos concretos de modelos que pululaban los estudios" de los creadores.

Sem, Bottini y Louis Legrand se hacen eco en "El espectáculo. La noche" de las fiestas, el desenfreno y la ciudad bohemia, de teatros y cafés a prostíbulos y cabarets, sin olvidar la mirada hacia lo exótico que tanto gustó a estos artistas, como deja constancia Steinlen en el retrato de su amante negra.

Dos de los movimientos claves de la vanguardia parisina, el fauvismo y el cubismo, tienen su sitio en uno de los espacios de la Sala Kubo, donde cuelgan obras de Camoin, Louis Valvat, Van Dongen, Hermine David, Albert Gleizes Lhotye, Zadkine y María Blanchard.

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