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Los santos inocentes de San José de Apartadó

En este pequeño poblado de la Antioquia colombiana la barbarie se ha consagrado como un estado natural de las cosas

GORKA CASTILLO

San José de Apartadó es un pequeño poblado de la Antioquia colombiana donde la barbarie se ha consagrado como un estado natural de las cosas. La maldición llegó el 21 de febrero de 2005. Cien militares y 50 paramilitares del bloque Héroes de Tolová de las AUC, bajo el mando del sanguinario Diego Murillo, Don Berna, hoy encarcelado en EEUU, entraron en la aldea y asesinaron a ochos personas, entre ellas tres niños de entre 5 y 6 años.

l testimonio judicial del paramilitar Jorge Luis Salgado, alias Kiko, dio cuenta del espanto: 'Los niños estaban debajo de la cama. La niña era muy simpática (...) Propusimos a los comandantes dejarlos en una casa vecina pero dijeron que eran una amenaza, que se volverían guerrilleros en el futuro (...). Cobra (el ultraderechista José Clímaco Falco) tomó a la niña del cabello y le pasó el machete por la garganta'.

Arrodillado, su padre, que desde 1997 luchaba por mantener a su comunidad neutral en el inacabable conflicto armado colombiano, rogaba clemencia. A su lado, niños con la boca congestionada en un último dibujo de dolor y cinco adultos abiertos en canal. Todos amontonados en una huida del horror que no les llevó a ninguna parte. El pueblo quedó destrozado.

Desde entonces, San José de Apartadó ha contabilizado 17 asesinatos más y 290 agresiones armadas, según las denuncias que su perseverante párroco, el jesuita Javier Giraldo, a quien Álvaro Uribe ha tratado, sin éxito, de vincularlo con las FARC hasta en tres ocasiones, no se cansa de realizar.

Tanta tenacidad tuvo su pequeña cosecha: la Corte Interamericana de Derechos Humanos exigió al Estado una protección especial para Apartadó, rebautizada como comunidad de paz para desterrar todo tipo de armas.

La Fiscalía inculpó a 15 mandos militares en la matanza y detuvo a una veintena de paramilitares. Sin embargo, las hienas que heredaron la doctrina de las AUC han regresado. Se ocultan en las sombras de la noche, cerca del cementerio del pueblo, ahora iluminado por la luna gigante de la selva colombiana.

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