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Sierra de Caramulo, sorpresas de Portugal

Un rincón oculto entre montañas que ofrece de todo: paisajes, calzadas romanas, museos, conciertos y baños relajantes.

ÁNGEL M. BERMEJO

Todavía quedan lugares por descubrir en la Península. Al poco de cruzar la raya de Portugal, junto a zonas más o menos conocidas, como la sierra de la Estrela (con la cima más alta de todo el país) y el valle del Dão, la sierra de Caramulo aparece casi siempre olvidada, fuera de los itinerarios habituales que se han seguido hasta tiempos recientes. Tal vez gracias a ello guarde el ambiente de otro tiempo.

El camino recorre el ancho valle del Mondego y del Dão, donde ven la luz algunos de los vinos lusos más apreciados. Las colinas tienen esa suave ondulación tan querida de los viñedos y que llevan tantos siglos dando sus buenos frutos. La ruta a Caramulo pasa por Viseu, la población más importante de la zona, y llega a Tondela, la puerta de la sierra.

Tondela está a medio camino entre un pueblo grande y una ciudad pequeña y es, en cualquier caso, tradicional en sus modos y formas. Merece la pena caminar tranquilamente por las calles, visitar alguna de sus muchas iglesias, curiosear la vida del pueblo y probar en un bar una copa de vino del Dão, que aquí saben mejor que cuando cruza la frontera. Pero hay más. Tondela es la base de Trigo Limpo, una de las compañías teatrales más innovadoras de Portugal, que prepara en este refugio apartado sus espectáculos vanguardistas y a menudo ofrece sus asombrosas actuaciones, inesperadas en un lugar tan pequeño. Además, el centro cultural de Tondela organiza (normalmente los fines de semana) conciertos, espectáculos de teatro, recitales de poesía o cualquier otra cosa.

A poco de salir Tondela la ruta inicia un rápido ascenso hacia la montaña. Caramulo, el centro de la sierra, es un pueblo curioso. Hay algunas mansiones espectaculares que se vislumbran detrás de los setos, una iglesia románica y muchos detalles más que se descubren al pasear por sus pocas calles. La principal sorpresa de Caramulo es su Museo, que en realidad son dos. Avanzar por las salas de la Colecção de Arte  implica ir descubriendo a cada paso obras de Picasso, Dalí, Leger, Rodin, Sousa Cardoso y Dufy, entre otros, además de porcelanas chinas y francesas, tapices flamencos, alfombras turcas, cerámicas paleo-cristianas, puños de espadas japonesas, bronces egipcios y miniaturas griegas.

Al lado se encuentra el museo del Automóvil, la Colecção de Automóveis, con otro tesoro para los amantes de los Bugatti, Rolls-Royce, Lamborghini y Ferrari de otros tiempos; además muestra uno de los 84 coches Pegaso que se llegaron a fabricar. La mayoría de los coches expuestos son verdaderas joyas de la historia automovilística.

Alrededor del pueblo, la sierra invita al paseo. Se pueden hacer caminatas por estos montes agrestes y poco transitados, entre pinos, robles y castaños. En una hora escasa de paseo se llega a la cumbre de Caramulinho (1.062 m), la más alta de la sierra. Desde aquí se distingue hacia un lado la sierra da Estrela -que en invierno se cubre de nieve- y hacia el otro, si el día es claro, hasta el mar brillando en el horizonte.

Ya sea a pie o en coche, se puede llegar a varios de los pueblos más interesantes de la sierra. Lo mejor es recorrer algunos tramos a pie, y de esta manera adentrarse de forma natural en la historia milenaria de la región. Así resulta apasionante entrar en algunos pueblos siguiendo una calzada romana, que se sigue utilizando como camino por distintos lugares de la sierra. La que llega a Jueus es una de las mejor conservadas. El pueblo, por otra parte, guarda buenos ejemplos de arquitectura tradicional, con sus casas de granito y hórreos de piedra y madera.

También se puede entrar en Guardião de Baixo siguiendo estas carreteras milenarias, que se convierte en la calle principal. Pocas ciudades del mundo podrán enorgullecerse de una calle semejante.





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