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Solbes, el ministro que no pudo decir "no"

EFE

Pedro Solbes volverá a dirigir la política económica española en un momento marcado por la desaceleración y el miedo a una crisis más profunda, que ha hecho que este economista y abogado con vocación de servicio público haya aceptado quedarse en el Gobierno.

Zapatero se lo pidió y Solbes no pudo, o no supo, decir que no. Tras cuatro dulces años de alto crecimiento, récord de ocupados y con las cuentas públicas más saneadas de la historia, el destino -o los ciclos económicos, que siempre se acaban- quiso que la cita electoral coincidiese con el momento económico más vulnerable de la pasada legislatura.

Por eso, Solbes accedió a la petición de su presidente y con ello se convirtió en uno de los protagonistas de la campaña electoral, marcada de principio a fin por el debate económico, las guerras de cifras y las promesas de unos y otros para afrontar la adversa coyuntura.

Pedro Solbes Mira (Alicante, 1942) repite una cartera que no sólo ocupó la pasada legislatura, sino también entre 1993 y 1996, en los últimos años del Gobierno de Felipe González. Antes, entre 1991 y 1993, fue ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación (1991-1993)

Cuando José Luis Rodríguez Zapatero ganó las elecciones de marzo de 2004, Solbes regresó a la política nacional tras cinco años como comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, puesto que confirmó un prestigio internacional que conserva.

En la primera legislatura de Zapatero, y como vicepresidente segundo, ha sido un ministro eficiente, riguroso con los datos y prudente con las previsiones económicas -que siempre, hasta este año, eran mejores al final- y puntilloso, si así lo ha creído necesario, con las pretensiones de gasto del resto de los miembros de su gabinete.

En este periodo España ha crecido por encima de sus socios europeos, ha logrado el récord de ocupación y ha presumido de contar con un superávit público que le permitiría, llegado el caso, afrontar momentos menos propicios de la economía.

La época de las vacas flacas parece haber llegado y es ahora, más que nunca, cuando Solbes deberá volver a demostrar su valía para reconducir el gasto con el objetivo de reactivar la economía y ayudar a los sectores y hogares más desfavorecidos.

Volcado en la campaña casi tanto como Zapatero, Solbes ha presentado ya algunas de las medidas que su departamento quiere poner en marcha cuanto antes, como la deducción fiscal de 400 euros para pensionistas y asalariados que pagan el IRPF o la ampliación gratuita del plazo del pago de las hipotecas para las familias con dificultades para afrontar estos créditos.

Estos y otros compromisos harán más difícil la estabilidad presupuestaria, y es posible que el ministro que presumía de ahorrador vea cómo en los próximos meses las imperiosas necesidades se funden buena parte del superávit o hacen que en 2009 España, por primera vez en cinco años, incurra en déficit, como ya auguran entidades como el Banco de España o el BBVA.

Ante tantos retos, Solbes insiste en que su principal objetivo es que España, aunque crezca menos, lo haga mejor, y la productividad del país abandone el vagón de cola de Europa.

Por eso, si la coyuntura se lo permite, el vicepresidente seguirá defendiendo presupuestos basados en la mejora del capital humano -Educación-, físico -Infraestructuras- y tecnológico -I+D+i- que nos sitúen al nivel de nuestros más seguidos competidores.

El ministro conocido como más técnico, callado e incluso aburrido del primer Gobierno de Zapatero demostró en campaña que también se le daba bien la ironía, las batallas dialécticas y los "cara a cara", como cuando debatió contra el ex presidente de Endesa y número dos del PP por Madrid, Manuel Pizarro.

Solbes salió vencedor de aquel combate, que le impulsó el resto de la campaña y le volvió a erigir como artífice de los logros económicos de la legislatura y uno de los miembros del Ejecutivo más valorado y que más confianza despierta en la ciudadanía.

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