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Lo que Suiza se llevó

Reuters

Por Carlos Castellanos

La sensación de desánimo extendida por la población futbolera española tras la derrota en el debút frente a Suiza es comprensible. Después de todo, el mensaje que transmitían muchos medios no era si España ganaría el Mundial, sino cómo lo ganaría. Una incógnita que quedó resuelta en esa ecuación es que los rivales también juegan.

La lectura global, sin embargo, no debe ser pesimista. Las posibilidades de clasificación a octavos de final siguen intactas y España tiene equipo para llegar lejos. Sólo cambia la percepción más amplia de la tarea de ganar un Mundial, sea España o cualquier otro equipo. La realidad es que nadie sobresale tanto como para tener asegurada la victoria.

España fue fiel a su estilo, el único que conoce este equipo. Tuvo la posesión en un muy alto porcentaje e intentó derribar el muro helvético por medio de las combinaciones y de la inteligencia. Sin embargo, Suiza puso en evidencia algunas de las debilidades de esta selección: mientras que España se mueve hacia delante de forma armónica y elegante, hacia atrás puede ser caótica y hasta torpe.

El seleccionador suizo Otmar Hitzfeld entendió que su equipo no estaba capacitado para intercambiar golpes con España y al mismo tiempo reconoció que las pocas veces que el equipo de Vicente Del Bosque se ha atascado en los últimos años ha sido contra conjuntos que poseen una columna vertebral sólida y ordenada; jugadores físicamente fuertes y una línea defensiva compacta que ofrece ayudas rápidas y contundentes. Como ejemplo vale el partido contra Estados Unidos del año pasado en la Copa Confederaciones.

Quizás sea injusto preguntar qué hizo mal España y sí habría que valorar el buen quehacer suizo -que planteó el partido de una forma y sacó adelante su plan a la perfección- y reconocerle el mérito a España de haber jugado bien, de haber progresado por las bandas, haber sido preciso en la entrega de los pases y, sobre todo, de ser persistente en su empeño hasta el final del partido.

Andrés Iniesta mostró la imaginación habitual y fue el punto de partida de muchas de las mejores maniobras; Xavi Hernández procuró enhebrar la pelota por la defensa suiza sin éxito y David Villa y Fernando Torres buscaron espacios a espaldas de la defensa rival que rápidamente se cerraron.

El juego no distó mucho de lo habitual, aunque a medida que pasaron los minutos a España le fue invadiendo la ansiedad y, como consecuencia, cayó en la precipitación.

Ahora vienen los retos que plantearan Honduras y Chile y en caso de superarlos, España podrá pensar en los octavos de final. La derrota ante Suiza debe olvidarse para que no tenga repercusiones negativas. Después de todo, como dijo Escarlata O'Hara, mañana será otro día.

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