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Susan Benesch: El discurso del odio en internet es cosa "de todos"

MARIMAR CABRERA

Las leyes son ineficaces e insuficientes para combatir el discurso del odio en internet. Sería necesario emplear a demasiados abogados dispuestos a escudriñar todos los mensajes que, vertidos en las redes sociales, cumplieran una condición: ser capaces de incitar a la violencia. 'Un procedimiento caro, poco práctico y, en todo caso, inviable'.

Es lo que asegura la doctora Susan Benesch, fundadora del proyecto Dangerous Speech, cuya finalidad es encontrar métodos para disminuir los mensajes incendiarios en la red. Advierte de que 'es fácil dar a los gobiernos de malas intenciones una herramienta para restringir la libertad de expresión' y sostiene que el derecho 'no debe ser un instrumento para luchar contra el odio'.

Benesch, pionera en evaluar la peligrosidad de los discursos en las redes sociales desde la Universidad de Harvard, asegura que limitar estos mensajes 'es tarea de todos' y apela a la responsabilidad social para 'educarnos entre comunidades y grupos' ante lo degradante o intimidatorio. Recuerda que el racismo, el machismo o la xenofobia se han alimentado, históricamente, de una comunicación 'venenosa e hiriente', donde las personas han sido rebajadas y comparadas con insectos y animales.

'Creo en el derecho, pero este nunca va a ser capaz de llegar a todos los casos y menos en internet;  necesita como socio el castigo ciudadano'

Antes de que los nazis asesinaran a más de seis millones de judíos, ellos los llamaron ratas y en el genocidio de Ruanda de 1994, los líderes hutus compararon a las mujeres, hombres y niños tutsi con cucarachas. En las elecciones presidenciales de Kenia en 2007, los mensajes raciales en internet y los medios fueron, según Benesch y otros académicos, detonantes para la explosión de la violencia en las calles, donde murieron más de mil personas y medio millón fueron desplazadas de sus casas en las revueltas.

El discurso del odio promueve, incita, promociona y justifica la discriminación contra individuos por su pertenecía a una raza, género, colectivo étnico, orientación sexual o discapacidad y la reprobación social es, según las investigaciones de la doctora, el método más efectivo contra estas expresiones dañinas. 'Creo en el derecho, soy abogada, pero este nunca va a ser capaz de llegar a todos los casos y menos en internet, por lo que necesita como socio el castigo de la ciudadanía', añade.

Benesch, que ha colaborado con Twitter y Facebook investigando casos en estas redes, ha analizado en qué momento estos mensajes se convierten en peligrosos, en contenidos que tienen una posibilidad razonable de amplificar la violencia de un grupo hacia otro. Para ello, establece cinco indicadores: la influencia del orador, los temores de la audiencia, el contexto social, la forma en la que los mensajes son difundidos y si estos invitan o no a la violencia.

La educación y concienciación en torno a este tipo de comunicaciones en internet está subdesarrollada en España. El discurso del odio se enfrenta, además, al problema de que ni si quiera es una categoría 'bien definida' en el área jurídica. A pesar de ello, para Benesch 'la sociedad tiene delante, como nunca antes se ha dado, una posibilidad de cambiar esta ley informal que además ayudará a proteger su propia libertad de expresión'. Considera que alguna forma de restringir las redes e internet podría provocaría un efecto contrario: un aumento de la violencia y la pérdida de derechos.

Asegura que estamos, por tanto, ante un momento de 'azote y oportunidad'. Las redes destapan una agresividad que siempre ha estado ahí y publicitan ante millones de personas mensajes injuriosos, calumnias y amenazas, pero también permiten actuar a gran escala. De sus análisis destaca una cosa: 'hay un tsunami de respuestas cada vez que surge un brote de odio' y el efecto de estos comentarios para reprobar las actitudes de otros ciudadanos son cada vez más positivos. 'Internet no tiene fronteras y debe ser la gente quien establezca los límites y rechace el odio', afirma.

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