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Svalbard, el Ártico en todo su esplendor

El archipiélago noruego de Svalbard es un mundo de naturaleza extrema a 80º de latitud norte. Los viajes en barco permiten asomarse a su fauna y sus paisajes.

ÁNGEL M. BERMEJO

Éste sí es el reino de los hielos: más de la mitad de la extensión de las islas Svalbard está cubierta por glaciares y nieves perpetuas. Aquí, a medio camino entre el cabo Norte y el polo Norte, atravesado por el paralelo 80ºN, este archipiélago noruego se presenta como el verdadero fin de Europa.

Tan extrema es esta naturaleza que ahora se viven 80 días seguidos de luz, sin que el Sol se ponga nunca detrás del horizonte. En Longyearbyen, la capital de las Svalbard, hay un reloj solar que mide las 24 horas del día, algo insólito y sin sentido en nuestras latitudes templadas. En cambio, en invierno se viven 80 días de noche perpetua y la oscuridad se adueña del mundo.

El verano es, pues, el momento de partir al descubrimiento de esta naturaleza imponente, casi virgen. El archipiélago (que tiene una extensión del doble que Galicia) fue conocido hasta hace poco como Spitzbergen, por el nombre de la isla principal.

Aunque debió de ser conocido por los navegantes que surcaban los mares boreales, Svalbard entró en la historia a finales del siglo XVI cuando Willem Barentsz las descubrió al intentar encontrar un paso hacia Oriente por el norte de Siberia. Durante siglos, la población estuvo reducida a campamentos temporales de balleneros y cazadores de focas, hasta la explotación continuada de minas de carbón. En la actualidad hay unos 3.000 habitantes distribuidos en un puñado de asentamientos, muchos de ellos dedicados a tareas de investigación científica.



Cuando termina la última casa empieza el reino salvaje de la naturaleza extrema. Para iniciar cualquier recorrido fuera de las poblaciones es necesario ir armado, ante la posibilidad de un encuentro con osos polares. Tampoco hay carreteras que permitan viajar por las islas. Para desplazarse, igual que hace siglos, sólo queda el mar, que muchas veces se cubre de hielos y se vuelve intransitable en invierno. La página de información meteorológica del Svalbard Posten, el semanario de información local -el periódico más septentrional del mundo-, da detalles sobre el estado de la navegabilidad de las aguas.

El turismo se impone en los últimos años como una de las bazas económicas del archipiélago, junto a la ciencia y la extracción del carbón. Un crucero de varios días por las islas se convierte en una de las mejores alternativas para conocerlo. Los lugares de desembarco, cuidadosamente seleccionados, permiten descubrir la naturaleza y parte de la historia de las islas.

Ny-Alesund, la que probablemente sea la población permanente más septentrional del mundo, es una etapa obligada. Ahora es fundamentalmente un gran centro de bases científicas y el lugar donde se encuentra la estafeta más septentrional del mundo. Más al norte, la soledad es absoluta. Hay lugares como el fiordo Magdalena -donde hubo en tiempos una intensa actividad ballenera- en el que once glaciares llegan al mar en lo que es un espectáculo fascinante que apenas contemplan los pasajeros de los pocos barcos que alcanzan estas latitudes. En Poolepynten es posible acercarse a una zona de descanso de morsas. En cualquier momento hay que estar pendiente de la aparición del oso polar.

Longyearbyen es, salvo excepciones, el punto de entrada y salida de los viajes a Svalbard. Es la capital, el lugar donde hay tiendas, restaurantes, hoteles y supermercados. El museo de Svalbard es la referencia para aprender de la historia y la naturaleza de estas islas remotas muy cerca del polo Norte.


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