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Texas vuelve locos a todos

Obama y Clinton se lo juegan todo en un Estado con normas electorales tan confusas que pocos las entienden

ISABEL PIQUER, enviada especial en Dallas

Son las nueve de la noche pasadas y Shawn Stevens da por terminada la reunión. Está cansado. Lleva más de dos horas explicando punto por punto las pautas que deberán seguir los jefes de distrito el día de las primarias. Stevens es el vicepresidente del partido demócrata del condado de Collin, el más rico de Texas, y sabe que se avecina una pesadilla logística.

'Tengo 43 años, llevo 21 en política y nunca he visto algo así. Creo que esto es algo que sólo se vive una vez en la vida'. Texas no salía en el mapa de las primarias desde hacía 20 años. Normalmente cuando la votación demócrata llegaba a este bastión republicano, las cosas ya estaban decididas.

La última vez que hubo pelea fue en 1988 cuando Michael Dukakis, Jesse Jackson, Al Gore (sí, ya tenía aspiraciones presidenciales), Richard Gephardt y Gary Hart optaban por la candidatura del partido. Dukakis se lo llevó por los pelos.

Pero este año, Texas, con sus 228 delegados, y Ohio, con 161, podrían desempatar el próximo martes, junto con Rodhe Island y Vermont, a Barak Obama y Hillary Clinton. 'Cuando vi los resultados del supermartes (el pasado 5 de febrero), me di cuenta de que Texas iba a importar', dice Deborah Angell Smith, tejana y demócrata, una combinación no siempre fácil de llevar.

Con Stevens intenta aclarar al resto de los simpatizantes el complejísimo reglamento del partido. En la sala, una veintena de personas escucha con atención y preguntas. Estamos en un cruce de carretera, detrás de una gasolinera, en un centro comercial anodino, en la oficina demócrata de Collin.

Hay unas cuantas fotocopiadoras, un par de mesas, nada lujoso; parece una tienda más. Este es territorio neutro, hay carteles de Hillary, pegatinas de Obama y un poster de la venerada Ann Richards, la gobernadora demócrata que perdió ante George Bush en 1994.

Reglas endemoniadas 

Alguien ha escrito 'Máster en elecciones' en una de las mamparas. Era una broma pero no le falta razón. Los demócratas han descubierto con horror que las reglas de Texas son complicadas y un tanto absurdas: aquí el partido elije dos tercios de sus delegados por votación clásica (primarias), y otro tercio en el sistema más arcaico del caucus.

Y todo en un mismo día. El simpatizante, tras depositar su voto (en Collin se usan pantallas electrónicas), puede si quiere, participar en las asambleas que se celebrarán al cierre de los colegios, a las siete de la tarde, para elegir, a manos alzada, otra tanda de delegados (que luego se reunirán en la convención del condado el 31 de marzo, pero esa es otra historia).

En total, son 37 páginas de instrucciones. De ahí el pánico y las dos horas de esfuerzo de Stevens. ¿Y si no hay bastantes delegados en el caucus? ¿Y si nos quedamos sin material? ¿Hay que poner los nombres y las direcciones de los participantes? Inquietud en la sala. Muchos se han quedado con dudas. 'Te mandaré un mail con mis preguntas', lanza Shandragah. 'Tardaré al menos un día en contestarte', le dice Stevens, desbordado.

Collin es parte de la megalópolis de Dallas, un engendro inhumano de carreteras, autopistas, centros comerciales y zonas residenciales, con un centro diminuto de rascacielos corporativos, donde, recordémoslo, Lee Harvey Oswald, del sexto piso del Texas School Book Depository, mató a John F. Kenney el 22 de noviembre de 1963.

Sede de grandes empresas como los almacenes J.C Penney, Cadbury-Schwepes, Texas Instrument, barrio tradicional de viejas fortunas del petróleo, Collin es el condado con más alta renta per cápita de Texas y el sexto más grande del estado, una pieza clave en la ecuación republicana. En los últimos años, su población se ha diversificado: han llegado pakistaníes, indios, atraídos por las ofertas del High Tech corridor.

'En mi distrito tengo una comunidad musulmana muy importante', dice Camille Hedrick, que ha pasado por muchas encarnaciones, primero Wesley Clark, luego John Edwards antes de decidirse por Hillary Clinton. 'Estan trayendo diversidad a esta zona'. En la sede del partido Hedrick comparte con Stevens el entusiasmo que se ha apoderado de los demócratas.

El entusiasmo y el asombro. La semana pasada empezó el voto por correo y las cifras son apabullantes. Nadie recuerda algo igual. 'Collin ha batido el récord del estado, tenemos 1300% más de participación. Sí. No es broma.1300', explica Stevens. Es decir unas 20.000 personas. Se estima que en todo Texas ya han votado unos 600.000 demócratas.

Y el 4 marzo se esperan largas colas. 'La semana pasada en la oficina local de Obama se congregaron 450 personas, más que en nuestra convención de hace cuatro años, todo esto es increíble', dice Deborah Angell Smith. 'Es un tsunami sin precedentes', resaltaba el columnista del Texas Monthly, Paul Burka, 'Lo realmente distinto de estas elecciones es la intensidad del interés. La aplastante impopularidad de George W. Bush y todo lo que su presidencia representa está llevando a un muy alta participación a nivel nacional y en Texas'.

Tan alta que algunos demócratas sueñan incluso con arrebatarle el estado a los republicanos en las elecciones de noviembre. 'Lo veo improbable pero nunca se sabe', dice Stevens.

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