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Una tierra de claroscuros

Para entender lo que ha sucedido en Andalucía en los últimos años, lo que sucede ahora y lo que está por venir, hay que tener una gran capacidad para percibir los claroscuros, la paradoja y las contradicciones.

Andalucía se ha transformado completamente en las últimas tres décadas y media y ha hecho avances indiscutibles en su situación económica y social. Sin embargo, todavía tiene carencias fundamentales. Aquí se han aplicado políticas redistributivas avanzadas, perfectamente homologables a las más progresistas que se hayan llevado a cabo en cualquier otro lugar del planeta, pero han sido insuficientes para acabar con la desigualdad y la pobreza.

El PIB per capita y la renta medida con cualquier otro indicador han aumentado considerablemente y Andalucía ha convergido con su entorno pero sigue estando en las últimas posiciones de las regiones europeas. En Andalucía hay centros de investigación y empresas que están en la vanguardia mundial en sus respectivas actividades, pero también actividades impermeables a cualquier innovación. Aquí se dan emprendedores ejemplares pero también capas de la población (no solo trabajadoras sino también empresariales) acomodadas en una cultura del subsidio que paraliza el progreso y desincentiva la creación de riqueza.

Los indiscutibles avances han sido insuficientes para acabar con la desigualdad y la pobreza

Los gobernantes han hecho siempre profesión de fe socialdemócrata y de ese tipo han sido la mayoría de las políticas que se han aplicado (al menos en el campo social) pero han creado una sociedad conservadora y han hecho que una población muy mayoritariamente de izquierdas se haya volcado electoralmente hacia la derecha en la inmensa mayoría de los municipios.

Aunque Andalucía ha logrado la autonomía en los últimos años, tiene las manos atadas y no puede gobernarse a sí misma con libertad porque el marco institucional y político en el que se ejerce impone de facto restricciones constantes.

El himno andaluz dice 'Sea por Andalucía libre', pero lo cierto es que en los últimos años se han hecho o aceptado políticas económicas que han entregado sus principales activos y fuentes de riqueza a grandes grupos empresariales foráneos que ahora impiden que los andaluces tengan libertad para decidir conforme a sus propios intereses.

Y las paradojas se han agudizado aún más en los últimos meses y en este tiempo de crisis. Una persona de innegable sensibilidad y compromiso de izquierdas preside un gobierno de coalición en donde Izquierda Unida tiene competencias importantes y una gran capacidad de codecisión. Un gobierno, sin embargo, que realiza recortes y limita el gasto social a imagen de lo que el reaccionario ejecutivo de Rajoy viene realizando.

Es verdad que en Andalucía se trata de recortes que se llevan a cabo contra la voluntad del propio gobierno y que se hacen tratando de salvar de la mejor manera posible los derechos y los servicios esenciales que el PP ha desmantelado en otras comunidades pero, a la postre, es inevitable que los sufran las personas más desfavorecidas, que el bienestar social se deteriore y que se pierda una parte significativa de los logros alcanzados en años anteriores.

Como resultado de todas estas tensiones y paradojas, Andalucía se encuentra hoy día en una situación muy compleja y difícil. El gobierno, y creo que la gran mayoría de los andaluces a tenor de las encuestas, tienen una clara voluntad transformadora y el deseo de avanzar en las conquistas sociales, hacia una mayor igualdad y autonomía. Pero conseguirlo requiere salvar dificultades extraordinarias y tener una fuerza social y un poder  político que en gran parte se ha ido dilapidando en años anteriores, por imposición del entorno pero también por torpezas y falta de voluntad propias.

En lo estrictamente económico, el reto principal es recuperar fuentes endógenas de creación de valor y riqueza

En el orden estrictamente económico, el reto principal y el prerrequisito para vencer la inercia que genera paro y empobrece a miles de andaluces es recuperar fuentes endógenas de creación de valor y riqueza. Mientras que el valor añadido de nuestras principales actividades salga fuera y no se aplique a incrementar nuestro caudal productivo será imposible que la economía andaluza se recupere con fortaleza y de modo sostenible. Y para ello habría que empezar por hacer auténticamente andaluces los polos de creación de actividad que hoy día están bajo control extranjero.

Para ello hace falta un sistema financiero propio que se ha perdido y políticas que aumenten las rentas para que el mercado interno sea el motor de la economía y no su víctima.

Aunque se han dado algunos pasos en ese sentido con la creación del Instituto de Crédito Andaluz, harán falta otros más y quizá mucha mayor decisión y voluntad de enfrentarse a las fuertes resistencias que siempre crea la mera intención de ser libres en el terreno financiero.

Hasta el momento, el gobierno andaluz resiste con dignidad las agresiones constantes y el trato discriminatorio y desleal del gobierno de Rajoy y, como ya he señalado, está consiguiendo salvar servicios y derechos esenciales a pesar de la disminución de ingresos. Pero la simple resistencia será posiblemente insuficiente en el futuro próximo. Por eso, desde Andalucía debería hacerse lo imposible para lograr que en España y en Europa cambie el actual estado de cosas pues será muy difícil que una comunidad periférica atrasada y dependiente pueda salir de su situación cuando el entorno está concebido, precisamente, para que los grandes polos de poder se refuercen, aumentando así las asimetrías y las desconexiones entre ellos y las periferias.

Aunque la música del actual gobierno andaluz apunta claramente hacia transformar el modo de actuar y de crear riqueza, falta la letra y, sobre todo, que el conjunto de la población andaluza sepa bien hacia dónde se quiere ir y asuma los compromisos necesarios para que sea posible avanzar.

Los poderes públicos andaluces deben hacer un esfuerzo por eliminar los estereotipos

Hay que definir con más precisión cómo se pueden crear empresas y poner en marcha formas de propiedad y gestión sin disponer de todo el capital que sería necesario, hay que saber de qué forma se va a extender la innovación a todo el tejido social y no solo al de vanguardia, hay que inventarse otra Andalucía porque la que hemos visto expandirse en los últimos años, hecha a base de pelotazos inmobiliarios y de todo tipo de negocios fulminantes pero volátiles, de desvertebración y asimetrías, destrozando el medio ambiente y vendiendo nuestras fuentes de riqueza, no va a volver ni sería deseable que volviera. Y, aunque parezca que se trata de un asunto menor, los poderes públicos andaluces deben hacer también un gran esfuerzo para contribuir a eliminar los estereotipos que tanto daño hacen cuando suplantan a la realidad en el quehacer de las personas y de los colectivos sociales.

Para ello hay que ser valientes y atreverse a romper moldes. Algo que seguramente no pueda hacer nunca un gobierno por sí mismo, por muy progresista que sea. Hay que disponer de más contrapoder frente al entorno y para ello es imprescindible fomentar mucho más la participación y conseguir complicidad social en lugar de generar desconfianza y lejanía, apostar y confiar en la inteligencia social y en el empuje colectivo, atreverse a empoderar a la gente de todo tipo y condición y a enseñarnos entre todos a entender que el bienestar es una conquista y no una concesión, que los derechos sociales no son el resultado de la generosidad de los de arriba sino el efecto de la decisión y del ejercicio del poder por los de abajo.

* JUAN TORRES LÓPEZ
Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Servilla

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