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Un tratamiento de "Cirque du Soleil" para "L'Amour du Loin", de Saariaho

EFE

La ópera de la finlandesa Kaijo Saariaho, "L'Amour du Loin", una historia de amor cortesano entre un trovador de Aquitania y una condesa de Trípoli, separados por el Mediterráneo, recibe un tratamiento de "Cirque de Soleil" en su primera producción británica.

La ópera, estrenada en 2000 en un montaje de Peter Sellars y que puede verse ahora en versión inglesa en la English National Opera hasta el 11 de julio, ha sido puesta en escena esta vez por un hombre de circo y de teatro, el suizo Daniele Finzi Pasca.

Pasca, que creó el Teatro Sunil en Suiza en 1983 y el espectáculo "Corteo" para el Cirque de Soleil y a quien el Festival de Teatro Internacional Chejov de Moscú ha pedido una obra sobre ese dramaturgo ruso para su 150 aniversario, se ha encargado al mismo tiempo de la dirección escénica, la iluminación y la coreografía de la obra de Saariaho.

El resultado es un espectáculo de enorme brillantez visual, en el que se alternan bailes de derviches con acrobacias aéreas, sábanas que, agitadas por los actores, simulan olas, proyecciones fílmicas del mar, sombras chinescas, celosías y enrejados, todo ello en medio de un deslumbrante juego de luces y vivos colores.

Es tal la fascinación que ejerce sobre uno ese constante espectáculo visual que a veces tiene que esforzarse en fijar su atención simultáneamente en la bellísima partitura de Saariaho.

Y ello a pesar de la simplicidad dramática de la historia -libreto del conocido escritor libanés Amin Maaluf , en la que sólo hay tres personajes: el trovador, la dama lejana y el mensajero- triplicados por mimos vestidos exactamente igual que ellos.

"L'Amour de Loin" cuenta la historia del príncipe y trovador Jaufré Rudel (interpretado por el barítono Roderick Williams), que después de años dedicados al placer egoísta, encuentra el amor puro en Clémence, la condesa de Trípoli (la soprano Joan Rogers).

El tercer personaje, conocido sólo como "el peregrino" (mezzosoprano Joan Rogers), es el mediador entre ambos, un personaje andrógino que revela al trovador la existencia de esa mujer ideal y a ésta que en Occidente hay un príncipe que la adora de lejos.

Jaufré arte de impaciencia por encontrar finalmente a ese "amor lejano" , pero al mismo tiempo teme la esperada reunión y es tal su angustia que cuando llega por fin a Trípoli está gravemente enfermo y es transportado en parihuela hasta la ciudadela donde reside su amada.

Finalmente, ambos se reúnen, se declaran su mutua pasión, pero es demasiado tarde: Jaufré muere en brazos de su amada, y ésta entonces clama contra el cielo, creyendo que es ella la responsable directa de la muerte del trovador y decide entrar en un convento.

La música de Saariaho, dirigida con extraordinario atención al detalle por Edward Gardner, es de una gran economía temática, pero rica en color orquestal que, con una partitura electrónica casi imperceptible, crea efectos maravillosos.

A diferencia de lo que ocurre con otros compositores de vanguardia, a cuya música hay que aproximarse poco a poco para gozarla enteramente, en el caso de Saariaho la inmersión en su mundo de sonoridades transparentes puede ser inmediata incluso para un oído no acostumbrado.

Hay momentos en que su música parece tardoromántica, pero en otros se produce una interesantísima y casi mágica tensión entre consonancia y disonancia.

Las influencias de la tímida compositora finlandesa, que confesó a Efe antes del estreno que de pequeña soñaba con ser organista de una pequeña iglesia de su país para poder tocar sin que la vieran, son muy variadas, pero en el caso concreto de esta ópera las más inmediatas serían por un lado Wagner, pero sobre todo el Messiaen de "San Francisco de Asís", Debussy y tal vez también Benjamin Britten.

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