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Triples contra renglones torcidos

M. ALBA

España es tejido humano. Y con su fluido de sensaciones esta generación firmó un acuerdo hace 11 años. Llegar allí donde no se puede entrenar. Explotar el compromiso como método al éxito. Porque la selección, durante todos estos años, no ha tenido mejores cromosomas de baloncesto que Argentina, Grecia, Rusia o Estados Unidos. Pero en esa cohesión para competir, España encontró roles, líderes, estrellas y medallas. Incluso, en tardes de delirio, creyó que podía darle un vuelco al orden mundial. Jugar al intercambio de golpes con las estrellas de la NBA. Al fin y al cabo, esta generación rompió el candado de la fama mostrando que los jóvenes de Estados Unidos sufren de acné como todos.

La selección salva la tercera noche de ruleta rusa de esta generación

Con ellos, el baloncesto ha traspasado complejos, normalizó las adversidades, se llenó de hambre. Por el camino del tiempo, maduraron. El proceso les hizo más fuertes, porque sabían cómo manejar sus carencias, pero también más dependientes. De Navarro, de Jiménez, de Calderón y, en especial, de Pau. Con él, no hubo medalla en los Juegos de Atenas. Pero aquel baloncesto debió codearse con las medallas. Sin él, tampoco se tocó metal en el Europeo de 2005. En Saitama, lesionado, ganó sin jugar. Ese día, sus compañeros calentaron con una camiseta que se convirtió en la piel del oro. 'Todos somos Pau', se leía en el tejido. Pau prefiere rellenar huecos al oficio que ser la estrella del show. En lo primero cree. Lo segundo le viene de serie. El hermano de Marc aprendió de Jiménez a ser el negociador. También aprendió que, sin Jiménez en el equipo, él debía aportar sus rebotes. En Polonia, puso otra tirita ante la baja de Calderón y la venda ante la dubitativa primera fase. Entonces, el equipo despertó en una habitación, como este año en Izmir, tras la derrota ante Lituania. Normalizó el resultado ante Líbano y Canadá pero necesitaba una victoria de calidad para borrar los renglones torcidos.

Otra noche de ruleta rusa, donde los partidos se empiezan con malas sensaciones. Sucedió en los cuartos de los Juegos de Pekín, tras una baloncesto hiriente ante Angola. El ejercicio de funanbulismo se incrementó el año pasado en el Europeo. De nuevo, bingo. Hoy, el cambio de cara se cerró en el pique de triples, desde el centro del campo, con el que algunos cierran los entrenamientos. Se juegan honra y dinero. Ganó Felipe, con tres triples; uno para Mumbrú; cero para Ricky. Pau llega mañana. Justo cuando el baloncesto acaba de recolocarse.

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