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Veloso,Gil y otros marcianos tropicales

CARLOS PRIETO

Del planeta Brasil llegó, a finales de los sesenta, una banda de marcianos que nunca fue bien comprendida. La historia de Os Mutantes refleja con nitidez cómo un grupo se adelanta a su tiempo y paga condena por la osadía. Cuando Os Mutantes nacieron, hay que recordarlo, subir a un escenario en Brasil era deporte de riesgo: en 1964, un golpe militar inauguraba dos décadas de tiranía. Y arte y artistas se convirtieron entonces en sinónimos de resistencia.

La respuesta de Rita Lee, Arnaldo Baptista y Sergio Dias fue radical: tomaron nombre de película marginal, se separaron (aunque no del todo) del acervo oficial y, a la primera que tuvieron, se arrimaron al incipiente movimiento tropicalista junto a Tom Ze, Gilberto Gil, Torquato Neto y Caetano Veloso. Audaces e ingeniosos, mirando de reojo a The Beatles, Os Mutantes jugaron un rol definitivo en Tropicália: ou panis et circenses, el disco que en 1968 escribió el manifiesto transgresor del tropicalismo.

El trío paulista interpretó el tema titular de dos candidatos al exilio, Veloso y Gil. No eran tiempos fáciles, incluso con el público: en un concierto en la Universidad Católica de Sao Paulo, el grupo recibió una lluvia de tomates y huevos cuando cantaba al Mayo francés (É proibido proibir). Sin temblar, Os Mutantes dieron la espalda al patio de butacas y siguieron tocando, mientras Caetano, autor de la pieza, se inflamaba por dentro (al final salió a ajustar cuentas con la infamia popular). Durante su época de máxima producción llegaron a publicar cinco discos, antes de que Lee abandonara en 1972. Luego, el grupo entró en barrena y se disolvió.

Reeditados con esmero (David Byrne fue quien levantó la voz desde su discográfica Luaka Bop para reivindicarles), el grupo que colocó al nuevo Brasil en el mapa mundi de la música de vanguardia suena, incluso hoy, como si hubiera sido fundado ayer por la tarde. Os Mutantes hicieron de la distorsión canción en la tierra de la melodía y eso no tiene precio. Se perdona, pues, la reunión lucrativa del nuevo siglo, la influencia en Beck (Mutations) y la medalla cool que la revista Mojo se colgó al elegir Os Mutantes, el disco de 1968, como uno de los 50 álbumes más innovadores de la historia. Mejor, sin tanto bombo, fijarse en sus herederos naturales: del nutritivo Lenine al poeta loco Arnaldo Antunes, de Nação Zumbi y el inolvidable Chico Science, al marciano seminal Tom Ze.

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