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Verdon da otra vuelta de tuerca a la trama criminal con "No abras los ojos"

EFE

Cuando aún tiene a cientos de lectores devanándose los sesos para desentrañar el críptico misterio de su primer libro, "Sé lo que estás pensando", John Verdon tiene ya listo el siguiente, "No abras los ojos", otra vuelta de tuerca a la trama criminal con un argumento duro, retorcido y de infarto.

Han pasado unos meses desde que el detective de la policía jubilado -y "yonki" de la resolución de crímenes- Dave Gurney detuvo al retorcido "asesino de los números" y de vuelta con su mujer en su retiro rural -en la misma zona en la que realmente vive John Verdon-, Gurney se aburre como una ostra hasta que una novia es decapitada en pleno banquete de bodas: el misterio está servido.

El protagonista revela en este segundo libro más de sí mismo, perseguido por una ansiedad que el propio Verdon ha vertido sobre su personaje como reflejo de la que él mismo ha sentido al escribir esta novela después del éxito de la anterior, explica el autor en una entrevista con Efe.

"El primero fue un proceso relajado, tardé dos años y medio, pero ahora había una fecha límite, más presión, había expectativas y encima me han pagado por adelantado", ironiza este publicista jubilado al que le encanta replicar en sus personajes experiencias y emociones propias.

"No abras los ojos" (Roca Editorial) gira en torno al sexo, desde el deseo sexual oculto, al de tipo culebrón vecinal, hasta llegar a la depravación absoluta, los abusos a menores por parte de otros menores y la muerte.

Verdon, sin embargo, explica que se trata de un tema "de fondo" que le permite alcanzar su objetivo, el de buscar situaciones perturbadoras que provoquen "una reacción patológica descomunal".

"El trasfondo sexual para mí es secundario, una herramienta que me ayuda a explicar por qué alguien haría algo espantoso. No escribo tanto sobre el tema, sino sobre los efectos psicológicos que produce a posteriori", precisa, a la vez que subraya su especial empeño en no parecer "sensacionalista en el peor de los sentidos".

"Creo que el éxito de los 'thriller' radica en el proceso que va de la pesadilla al entendimiento. Empiezan con algo terrorífico e incomprensible que paulatinamente se va aclarando. Aunque el hecho horrible siga ahí, al menos hay claridad. Y eso siempre hará interesante este tipo de historias", señala.

Pero la piedra maestra de los argumentos de Verdon -de sus dos primeros libros, también del que está escribiendo ahora y quizá del cuarto que ya se plantea- es una pregunta: ¿por qué creemos lo que creemos? ¿Qué es lo que hace que asumamos una teoría o unos hechos como ciertos? La culpa, la atracción por el chismorreo, la necesidad de comprender algo a cualquier precio...

Sea por la abundancia de personajes perturbados, las novias decapitadas, los cuidados jardines ingleses en medio de la campiña de Nueva York o las mansiones llenas de habitaciones con reminiscencias oníricas, lo cierto es que la atmósfera de la novela remite a una versión oscura de "Alicia en el País de las Maravillas".

Verdon asegura que no ha sido intencionado, porque no lee la obra de Lewis Carroll desde que tenía diez años.

"Pero, es cierto, los dos libros giran en torno al concepto de pesadilla y del hecho de que a veces vemos cosas que se vuelven atemorizantes porque no entendemos a qué nos enfrentamos, o no comprendemos la naturaleza de la experiencia que atravesamos. Cuando empezamos a plantearnos si algo es real, puede ser terrorífico", arguye.

Lo que sí es real es la fisura que se produce en el matrimonio de Gurney con la equilibrada Madeleine, que sigue siendo el personaje preferido del autor. Las cuitas de la pareja son, para la crítica, uno de los ganchos de este escritor, que retrata con maestría la relación entre dos seres diametralmente opuestos a los que une un profundo amor, entre el pensamiento racional frente a la pura intuición.

"No abras los ojos" se publica en España este lunes, en estreno mundial. A Estados Unidos llega a mediados de julio y a Latinoamérica, entre septiembre y octubre, según el país.

Por Lorena Cantó.

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