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Viaje a la mente de un compositor de clásicos

El director y los protagonistas de ‘Más de 100 mentiras’ defienden su contundencia

J.M.M.

El Paseo de la Chopera de Madrid era ayer un desierto a primera hora de la tarde, pero solo en apariencia. En el interior de dos naves del centro cultural Matadero, la actividad era frenética. En la primera, la más amplia, Chevy Muraday, Premio Nacional de Danza, daba instrucciones precisas a 17 bailarines que ejecutaban coreografías frente a una fila de espejos. No había música: los propios bailarines tarareaban un tema, Llueve sobre mojado, canción que Joaquín Sabina escribió junto a Fito Páez para el disco Enemigos íntimos (1998). 'Forma parte de un medley, en una escena de desamor en la que los protagonistas se tiran los trastos a la cabeza', comenta David Serrano, director de Más de 100 mentiras. 'Es una versión especial del Llueve sobre mojado, van a flipar', añade.

Serrano camina con tranquilidad hacia la otra nave -donde los actores protagonistas preparan sus diálogos- como si fuera otra la persona que tiene a su cargo un equipo de medio centenar de personas para realizar una producción de más de tres millones de euros a partir del, y aquí viene lo más delicado, el repertorio de Joaquín Sabina. 'He tenido mucho cuidado en que no fuera una historia banal ni tonta, porque los fans no lo iban a permitir', explica Serrano, que define el argumento como 'una historia dura con sentido'. 'Mucho respeto a los sabineros', añade Álex Barahona, uno de los protagonistas.

'He tenido mucho cuidado en que no fuera una historia banal ni tonta'

Barahona encarna a Tuli, el personaje que acaba de cumplir una condena de tres años de cárcel y sale a la calle con la idea de vengarse de Fernando Villegas (Felipe García Vélez), culpable de su presidio y asesino de su amigo Samuel. Timos, engaños, infidelidades y mentiras tejen una historia que tiene como epicentro un bar frecuentado por prostitutas. 'Esto no es El Rey León, no es un musical light para el entretenimiento familiar', dice Juan Pablo di Pace, que interpreta a Juan, el dueño del bar Darlings. Según el actor, 'el musical está muy concentrado en el drama de la historia y en el imaginario de Sabina. Lo va a describir a él muy bien: aunque no se habla de su vida, es una descripción de su cabeza'.

David Serrano, guionista de El otro lado de la cama y director de Días de fútbol, destaca la gran libertad con la que ha trabajado: 'A Joaquín le gustó todo. Me decía que cuanto más emocionado me veía, más se emocionaba él, que contara la historia que quería contar y tirara para adelante. Confió plenamente en mí, y eso que soy neófito en los musicales'. Cuenta que tan solo le pidió que excluyera algún tema concreto, 'porque era más antiguo', pero prefiere no revelar el título. En total, serán 22 las canciones que suenen en una obra que se aproximará a las tres horas de duración. Un grupo de nueve músicos lleva ensayando varias semanas en el Teatro Rialto, donde se estrenará el musical el próximo 6 de octubre.

Los personajes de la obra están inspirados en las canciones de Sabina. Tuli se identifica con el protagonista de Qué demasiao, Juan es fiel reflejo de la voz de Y sin embargo ('Mi personaje es un corneador nato', dice Juan Pablo di Pace) y Magdalena, la hermana de Samuel, planea sobre el imaginario de Una canción para la Magdalena. 'Establecí un argumento y ahí iba insertando canciones. Ese es sin duda el trabajo más difícil: buscar canciones para determinadas partes. Además, las letras de la mayoría de musicales no salen del te quiero y te odio, pero en el caso de Sabina tienen un peso serio y no es fácil encontrarles un hueco', explica David Serrano, que huyó de todo contenido político porque 'me aburre'.

Serán 22 las canciones que suenen en una obra que se aproximará  a las tres horas de duración 

A primera vista, no parece Sabina un compositor de música especialmente bailable. Sin embargo, al exprimir su repertorio aparece mucho rock and roll, salsa y hasta temas de inspiración de Broadway, como Yo quiero ser una chica almodóvar. 'Hemos buscado canciones que dieran espectacularidad. Eso va a ser la gran sorpresa del musical, que lejos de ser denso y aburrido, va a ser muy espectacular visualmente', revela Serrano.

Tanto la coreografía como la música han sido cuidados hasta el extremo: siete coreógrafos y nueve arreglistas musicales (entre los que se encuentra Leiva, de Pereza, que ya colaboró con Sabina en su último disco) han trabajado en las canciones según el estilo de su especialidad. Por ahora, los nueve músicos que interpretarán las partituras han grabado una maqueta con los temas para que los bailarines puedan utilizarla en los primeros ensayos. El próximo lunes, las tres patas del banco (actores, bailarines y músicos) iniciarán los ensayos conjuntos en el mismo Teatro Rialto de la Gran Vía.

Juan Pablo di Pace, que interpretará el clásico Y sin embargo, ha descubierto a Sabina en este musical: 'Había escuchado sus éxitos, claro, pero no me había metido a fondo. Me ha impresionado muchísimo, tiene un nivel poético muy potente y es capaz de abrir su corazón y decir todo lo que tiene que decir. Como en Y sin embargo, escribe sin enjuiciarse y sin enjuiciar'.

Tanto él como Álex Barahona coinciden en que más que un musical, Más de 100 mentiras es una obra de teatro con música. 'Cantar una canción de Sabina es como un monólogo', describe Barahona, que recuerda a los sabineros: 'Hay que tenerles mucho respeto. Como espectáculo va a funcionar, eso es seguro, pero tenemos que ser muy canallas, y ser tan canalla como Joaquín Sabina es difícil'.

La obra se estrenará en Madrid y en 2013 viajará a Buenos Aires. La intención de su productor, José María Cámara, responsable de otros musicales de éxito como Hoy no me puedo levantar, con las canciones de Mecano, es convertirlo finalmente en una película. 'Él está por la labor, pero yo por ahora tengo bastante con esto. Si da para una película, dependerá de cómo funcione la obra', concede Serrano. Ayer, los protagonistas ensayaban una despedida en la que se intuía el drama que acababan de vivir. Quizás era la última escena de una obra que todavía no ha empezado. 

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