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Volar, el sueño hecho empresa

Infinit Air ha reciclado sus ofertas de vuelos turísticos en servicios de videovigilancia y patrullaje

PEPE ESCOBAR

Además de la empresaria que fundó y dirige Infinit Air, una empresa de trabajos aéreos, Mercé Martí es una mujer que ha hecho de su vida una constante carrera por superar retos. Primero, fue hacer de la aviación su modo de vida, cuando, con 17 años, cubre su primer vuelo y acaba convirtiéndose en una pionera de la aviación (campeona de la vuelta al mundo en avioneta; tres récords mundiales de velocidad; subcampeona en la Carrera de las Américas...). Y, más tarde, al poner en pie su propia compañía aérea, con base en el aeropuerto de Sabadell (Barcelona).

Martí ha tenido que reinventar su negocio después de que la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) hiciera una regulación del sector que ella define como 'draconiana'. La nueva normativa exige a todas las empresas de vuelos turísticos, legalmente aprobadas por Aviación Civil, refundarse en compañías de transporte público de pasajeros. 'Si queremos hacer vuelos turísticos, aunque sea a pequeña escala, nos obligan a tener la misma estructura que se le exige a Iberia: nuevo manual de operaciones, un ingeniero en plantilla, control de calidad', se lamenta.

El primer avión de la empresa fue un Piper Twin Comanche

Por eso, Martí ha tenido que redefinir el catálogo de servicios de Infinit Air. 'Los vuelos turísticos eran una parte importante de nuestro negocio, y más en tiempos difíciles como estos, pero hemos tenido que renunciar a ello. La normativa se ha cargado toda una parcela de negocio como esta, en un país con el potencial turístico que tiene España', explica.

Para salvar este escollo, Infinit Air optó por internacionalizarse: 'Trabajamos para el Gobierno finlandés y para empresas inglesas, danesas y noruegas'. También da servicio a la Administración pública, sobre todo a la Generalitat, en temas de vigilancia, observación y patrullaje. Para el sector privado ofrece también trabajos de fotografía de alta resolución. 'El valor añadido de nuestros servicios y la especialización nos ha permitido sobrevivir', asegura Martí.

El incremento de las tasas de vuelo desincentiva el consumo

Mientras planea cómo rescatar los vuelos turísticos, trata de sortear los problemas surgidos en el día a día, como el encarecimiento del petróleo. 'Las variaciones de precios son diarias y, como no podemos estar cambiando continuamente los precios, asumimos esos cambios en nuestros márgenes', explica.

También han aumentado las tasas aeroportuarias. 'En algunos casos han subido hasta un 500%', dice. Por ejemplo, las tasas de un vuelo a Menorca eran de 12 euros y ahora son de 50 más IVA. 'Esto, evidentemente, desincentiva que la gente consuma. Nuestra sospecha es que tras estas subidas está, además de recaudar más, la privatización de los servicios aeroportuarios', augura.

Sentada tras la mesa de su oficina, la empresaria transmite el mismo nervio y energía que, corriendo el año 1997, le aportó el empuje, la ilusión y las dosis de riesgo necesarias para, con un coqueto avión Piper Twin Comanche, poner en marcha Infinit Air. 'Arrancar costó unos siete millones de pesetas (42.000 euros de entonces)', recuerda. Los primeros pasos fueron lentos pero seguros hasta que, en un momento dado, Martí consiguió dar ese salto de calidad que buscaba: 'Todo cambió cuando varios mecenas y patrocinadores (Shell,Ray Ban, Freixenet) decidieron apostar por mí'. Así fue como de un modesto lugar de trabajo en su casa y un único avión, la compañía pasó a tener una oficina propia en el aeropuerto de Sabadell y cinco aviones.

'La oportunidad llegó con el relanzamiento del parque de atracciones del Tibidabo. Presenté un proyecto para regalar vuelos a la gente que visitaba el parque. En los dos años que duró el programa, volaron con nosotros unas mil personas', explica. Fue el verdadero pistoletazo de salida, en 2000, que le ha permitido vivir de su sueño.

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