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Vuelve El Niño

El calentamiento del Pacífico amenaza con alterar el patrón de lluvia y temperatura en gran parte del planeta. Los expertos confirman que este año regresa el fenómeno climático que causó grandes desastres y mil

JACOB PETRUS

Siglos atrás, los pescadores de Perú bautizaron como El Niño a un calentamiento del agua del mar que observaban cada año a finales de diciembre, justo cuando festejaban el nacimiento de Cristo.

Generalmente, las costas de Perú están bañadas por la corriente de Humboldt, una cinta transportadora de agua fría que tiene su origen en la Antártida y que bordea la costa oeste de Sudamérica. Se trata de una corriente fría, que crea zonas de pesca muy productivas. Entre diciembre y marzo, la corriente de Humboldt se retira y se produce una consecuente subida de temperatura del agua del mar que reduce considerablemente la captura de pesca. A partir del mes de marzo, el sistema recobra sus condiciones normales.

En determinados años, el calentamiento de las aguas empieza antes y se prolonga más allá de los tres meses habituales. La comunidad científica sólo utiliza la expresión de El Niño cuando el fenómeno se extiende más allá de lo normal. Esta anormalidad acostumbra a aparecer cada dos a cinco años, con una duración media de 12 meses. Su última aparición se produjo en 2006, pero queda en el recuerdo la intensidad de los ocurridos en 2002-2003 y 1997-1998.

En este segundo caso y según un estudio de la Administración Atmosférica y Oceánica de EEUU (NOAA) titulado Compendium of Climate Variability (Compendio de variabilidad climática), el fenómeno de El Niño de 1997-1998 provocó, en todo el mundo, pérdidas directas valoradas en 24.000 millones de euros, así como 24.120 muertos y 6.250.000 desplazados.

El fenómeno climático de El Niño vuelve este año a la escena meteorológica mundial. La temperatura del agua del Pacífico tropical se ha situado 1ºC por encima de la media, de forma que se confirma la llegada de esta alteración en el océano, que se traduce en cambios en la atmósfera, en las corrientes oceánicas y en la economía de medio planeta.

Concretamente, desde el mes de febrero de este año 2009, el centro y este del Pacífico ecuatorial han mostrado temperaturas al alza. A nivel de la superficie del océano, el ascenso ha alcanzado 1ºC, pero en las capas profundas la subida ha sido de hasta 4ºC. Cuando el incremento de temperatura es superior al medio grado durante tres meses o más, ya se considera oficialmente la llegada de El Niño, según las normas establecidas por la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

Las señales de la llegada de El Niño no sólo se han manifestado en el mar, sino también en la reducción de las precipitaciones que ya se ha observado en Indonesia y la sequía que afecta al este de Australia. Por ejemplo, el estado australiano de Victoria ha experimentado, desde enero hasta junio, su cuarto periodo más seco desde que se registran datos meteorológicos.

Para entender el funcionamiento de El Niño, se debe analizar como un sistema en el que se interrelacionan intensamente el océano y la atmósfera. Los cambios térmicos del agua del mar tienen un reflejo automático en la circulación de los vientos, y a su vez, las alteraciones en la atmósfera condicionan la temperatura del agua. Este sistema retroalimentado recibe el nombre de ENOS en español o ENSO en inglés (El Niño Oscilación del Sur). La fase cálida de este sistema es El Niño, pero cuando las aguas se enfrían más de lo normal, se denomina La Niña, El Viejo o el Anti-Niño.

En condiciones normales, los vientos alisios recorren el Pacífico ecuatorial de este a oeste, arrastrando el agua de la superficie hacia Indonesia y Australia. En esa zona, el nivel del mar puede llegar a ser hasta 60 centímetros más alto que en las costas de Panamá. Además, el agua que se desplaza hacia el oeste, al ser superficial, posee una temperatura elevada, que alcanza los 28ºC en el Pacífico occidental, incluso los 31ºC en algunos puntos, siendo el océano más cálido de nuestro planeta. Además, el agua caliente superficial empuja el agua fría hacia las profundidades, puesto que la diferencia de temperatura y densidad impide que lleguen a mezclarse. La línea que separa estas dos masas de agua se denomina termoclina y su posición a lo largo del Pacífico también define si ha llegado o no El Niño.

La masa de agua caliente situada en la superficie provoca que el aire que está en contacto también aumente su temperatura y de esta forma asciende, provocando lluvias y tormentas al sureste de Asia y en el continente australiano. Al otro lado del océano, y en condiciones normales, ocurre todo lo contrario.

Frente a las costas de Perú, el agua que se marcha hacia el oeste es reemplazada por agua muy fría que proviene de las capas inferiores del océano, a través de la corriente de Humboldt. En esta zona, la termoclina está muy cerca de la superficie. Se da la característica de que el agua que aflora desde las profundidades posee una gran cantidad de nutrientes, facilitando la existencia de grandes bancos de pescado, de pájaros que encuentran alimento fácilmente y de pescadores que aprovechan la gran productividad de la zona.

El afloramiento de aguas frías de las profundidades del océano también tiene consecuencias importantes en la atmósfera. En esta zona, el aire que está en contacto con el océano se enfría e impide la convección; es decir, la lluvia. Como resultado, la costa de Perú posee un clima casi desértico: la precipitación media anual en Lima es de sólo 8 litros por metro cuadrado (l/m2).

Para simplificar cuáles son las condiciones de la atmósfera en esta zona, se creó el IOA (Índice de Oscilación Austral, SOI en inglés), un valor que compara la presión atmosférica entre Tahití (Polinesia Francesa) y Darwin (Australia). Si el valor es muy bajo, indica la presencia de El Niño; si es alto, se denomina La Niña.

Con la llegada de El Niño, los patrones meteorológicos de medio mundo cambian. Los vientos alisios se debilitan y arrastran menos agua superficial hacia Indonesia y Australia, provocando menos lluvia, incluso graves sequías. Al otro lado, frente a Perú, pierde intensidad el afloramiento de agua subsuperficial y decae la producción de pescado en la zona. Además, el aire se calienta y las lluvias aparecen de forma abundante en muchas áreas del centro y sur de Suramérica. Durante El Niño de 1997-1998, la temperatura del agua del mar frente a Perú se encontraba hasta 8ºC por encima de lo normal. Así, en algunas zonas llegaron a recogerse hasta 700 l/m2 en un mes, un cambio que significaba un 26.000% más de lluvia respecto a lo normal. Los daños estimados en este país fueron de 2.400 millones de euros.

La incidencia de El Niño en nuestro planeta no acaba aquí. En EEUU incrementa las precipitaciones en el sureste, que reducen los incendios forestales en la península de Florida; aporta más precipitaciones invernales a las zonas áridas del suroeste, pero también lleva dañinas tormentas invernales a California. El Niño de 1997-1998 dejó un impacto económico en EEUU estimado en casi 18.000 millones de euros.

En otros episodios de El Niño, se ha constatado una menor actividad de los huracanes en el Atlántico. Tanto la NOAA como la Universidad de Colorado, con el gurú de los huracanes William Gray a la cabeza, han anunciado una temporada de 2009 igual o por debajo de la media 1950-2000.

Los cambios que puede provocar El Niño en el clima de Europa no están ni mucho menos definidos. Los científicos conciben la atmósfera como un sistema global, así que las alteraciones en el Pacífico tienen que provocar cambios meteorológicos en nuestro continente. Hasta ahora, los estudios científicos demuestran que se producen con un período de retardo, sin alcanzar el grado de alteración que se da en el hemisferio sur. Además, puesto que nunca El Niño o La Niña muestran la misma intensidad, las alteraciones en Europa no pueden ser las mismas. Para Francisco Comín y Xavier Rodó, de la Universidad de Barcelona, El Niño provoca sequía en España, pero para Mercedes Laita, de la Universitat de les Illes Balears, aporta más lluvias al archipiélago balear.

Según la NOAA, El Niño se prolongará hasta el invierno 2009-2010, con un fortalecimiento de débil a moderado hasta otoño, pero más intenso a partir de entonces. De momento, las predicciones hablan de un 80% de probabilidad de temperaturas por encima de la media en zonas de Australia, y de más de un 50% de probabilidad de que algunas regiones de Perú reciban precipitaciones superiores a la media. El Centro de Predicciones Climáticas de la NOAA actualizará las previsiones el 6 de agosto en su Boletín de Diagnóstico Climático.

 

El Niño se lleva produciendo con una periodicidad de entre dos y siete años durante los últimos siglos, quizá milenios. Algunos estudios sugieren que El Niño pudo provocar la caída de algunas civilizaciones precolombinas, e incluso un trabajo publicado en Nature se atrevió a proponer que las pobres cosechas europeas que estimularon la Revolución Francesa en 1789 fueron efecto de este fenómeno.

La primera referencia escrita a El Niño aparece en 1891, en un artículo del doctor Luis Carranza en el boletín de la Sociedad Geográfica de Lima, de la que era presidente. En él llamaba la atención sobre una contracorriente de norte a sur entre los puertos peruanos de Paita y Pacasmayo. Carranza escribía que los marineros de Paita, que navegaban a lo largo del litoral en pequeñas embarcaciones, la llamaban la corriente de El Niño, por el niño Jesús, ya que aparecía justo después de Navidad.

El artículo de Carranza fue citado por Federico Alfonso Pezet en el VI Congreso Geográfico Internacional, celebrado en Londres en 1895: 'Como esta contracorriente se ha observado en distintas ocasiones y su aparición a lo largo de la costa peruana ha coincidido con lluvias en latitudes donde rara vez o nunca llueve en abundancia, deseo, en la presente ocasión, llamar la atención de los distinguidos geógrafos aquí reunidos sobre este fenómeno que ejerce, sin duda, una gran influencia en las condiciones climáticas de esa parte del mundo'.

Hasta la década de 1960, no se supo que, lejos de ser una corriente local, afectaba a todo el Pacífico tropical. Una vez conocido el fenómeno, se pudo llegar a definir un modelo físico, lo que hizo en 1969 Jacob Bjerknes, de la Universidad de California en Los Angeles (EEUU).

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