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Xia, superviviente de la masacre de Nankín, asegura no odiar "Japón sino a quien niega la Historia"

EFE

La anciana Xia Shuqin, de 80 años, es una de las supervivientes más famosas de la masacre de Nankín (1937), de la que se cumplen hoy 72 años, y en la que murieron más de 300.000 personas a manos de las fuerzas invasoras japonesas, entre ellas siete miembros de su propia familia.

A los 8 años, Xia, con tres bayonetazos en el cuerpo, sobrevivió escondida entre los cadáveres durante 14 días hasta que fue rescatada por una vecina junto a su hermana pequeña, según relató a Efe en la misma ciudad, donde todavía vive.

Su caso es una de las historias más espeluznantes que registró la cámara de cine del reverendo John Magee, uno de los 22 extranjeros que se quedó en la ciudad y creó la Zona de Seguridad para refugiados civiles.

Décadas después, dos académicos japoneses, Osamu Higashinakano y Goshio Magsumura, acusaron a Xia en su libro "Investigación completa de la masacre de Nankín" de falso testimonio, hasta que el pasado febrero, tras ocho años de juicios, el Tribunal Supremo nipón dio la razón a Xia que obtuvo una indemnización.

Como cada 13 de diciembre desde hace siete décadas, Xia volvió hoy a rezar y recordar a las víctimas, sobre todo a las nueve personas que fueron asesinadas en su casa ese día de 1937, pero no con rencor, sino con pena.

"No odio a los japoneses, pero odio a quienes se niegan a aceptar la Historia", dijo a Efe en Nankín, en alusión al libro de Higashinakano, pero también a otros textos japoneses que pasan por alto la masacre.

"Yo era muy joven entonces, pero también soy testigo de lo que ocurrió, y los soldados japoneses fueron muy brutos y crueles, mataron, robaron y violaron por todo Nankín", entonces capital de China y que las fuerzas niponas prendieron fuego sistemáticamente durante seis semanas.

Las copias de las cintas que grabó Magee, uno de los primeros y más exhaustivos registros de la masacre, fueron enviadas a EEUU y a Alemania con la intención de que llegaran a Hitler para que intercediera ante los japoneses.

Según el informe que envió con ellas el secretario de la embajada alemana en Nankín, Georg Rosen, contenían "pruebas documentales tan chocantes que me gustaría solicitar que la película, junto con una traducción palabra por palabra de la descripción de su contenido, sea mostrada al Führer y al canciller del Reich".

Entre los casos descritos, Magee explicó la historia de los Xia y de cómo una treintena de soldados japoneses entraron el 13 de diciembre de 1937 en su casa, en el sureste de Nankín.

Su casero, un hombre de la etnia musulmana hui, apellidado Ha, fue asesinado de un disparo al abrir la puerta, y el padre de Xia, que suplicó que no mataran a nadie, sufrió el mismo destino.

La madre de Xia, que se escondía con su hermano de un año bajo una mesa, fue desnudada y violada, asesinada con un corte de bayoneta en el vientre y humillada con una botella incrustada en la vagina, mientras que su bebé también fue asesinado de un bayonetazo, dice.

Sus abuelos murieron en otra habitación al intentar defender a sus hermanas de 16 y 14 años, violadas y asesinadas por tres soldados y cuyos cadáveres aparecen en la cinta de Magee, como los niños de Ha, uno de ellos, de 2 años, decapitado por una espada.

"Tras ser herida, la niña de 8 años (Xia) gateó hasta la habitación de al lado, donde yacía el cadáver de su madre", escribió el sacerdote, "y ahí permaneció 14 días con su hermana de cuatro, que escapó sin heridas", y con quien sobrevivió escondida bajo unas sábanas y comiendo arroz quemado.

"Mi hermana y yo no teníamos miedo de los cadáveres, pero nos aterraban los pasos de los soldados japoneses haciendo pum, pum, pum, con sus botas de cuero", pues varias veces al día iban a la casa a rebuscar y robar, recuerda Xia.

La anciana todavía conserva dos cicatrices de unos tres centímetros en la espalda y una en el hombro, que mostró a Efe, que la vecina que la salvó cauterizó las heridas con hierro candente.

"La historia de la masacre debería ser recordada de generación en generación", concluyó, "para que la gente pueda llevar una vida en paz y una cosa así nunca vuelva a suceder".

José Álvarez Díaz

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