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Zuma afronta su primera gran prueba por la crisis de Suráfrica

Manifestaciones y huelgas paralizan el país, duramente golpeado por la recesión

GEMMA PARELLADA

La falta de viviendas, la electricidad inexistente y el agua que no corre. A esto están reaccionando miles de surafricanos en las últimas semanas, cuajando el país de manifestaciones. Mientras, decenas de miles más protestan y piden aumentos de salarios.

Es la primera gran protesta social a la que hace frente el presidente de Suráfrica, Jacob Zuma, que encabeza el Ejecutivo desde las elecciones generales del pasado mes de abril. Zuma prometió durante la campaña electoral que mejorar las condiciones de vida de los surafricanos más pobres era su principal objetivo.

Unos ladrillos destrozados reposan a media tarde en una arteria muy transitada del centro de Johannesburgo, convertida tras el paso de los airados manifestantes en una calle sucia y cochambrosa.

Los coches y los peatones esquivan los pedruscos. Un par de calles más arriba y un par más abajo, una alfombra de basura derramada cubre el asfalto. Es la resaca de las protestas más recientes.

Hace unos momentos, una sonora masa de trabajadores municipales (personal que se encarga de la limpieza pública, entre ellos) ha recorrido por segundo día consecutivo el centro de la ciudad, mientras otros colegas del sector hacían lo mismo en distintas localidades y barrios del país. En total, unos 150.000 empleados que quieren que se les suba el salario un 15 % por ciento.

Los basureros no están contentos, como tampoco los sindicatos de los sectores del transporte, quienes también el lunes iniciaron una huelga. Ellos no aceptarán menos de un 9%. Ni los empleados de la comunicación, que están llamados hoy al gran parón nacional, durante 2 días, en una huelga que afectara al monstruo telefónico Telkom y a la televisión pública SABC. Entretanto, unos 45.000 empleados del sector energético ya entraron en la segunda semana de huelga.

Los paros en el transporte público, en el sector farmacéutico, químico y energético y de los trabajadores municipales, unidos a las anunciadas protestas de los empleados de la telefónica y la televisión públicas, amenazan con paralizar Suráfrica la próxima semana.

Los pequeños incendios sociales se van propagando a escala nacional, sumándose a las movilizaciones callejeras de algunos ciudadanos que, en las últimas semanas, han estado quejándose de las malas condiciones de los servicios públicos. Reivindican mejoras en la vivienda en las zonas mas humildes, reclaman electricidad y agua corriente, todas ellas promesas que el partido gobernante, el Congreso Nacional Africano, ha estado repitiéndoles durante 15 años, y que no ven que se cumplan.

En Thokhoza, unas 200 personas fueron ayer dispersadas por balas de goma. En Bloemfontein, la protesta fue más pacífica, pues la Policía se limitó a escoltarla, pero no intervino. Sin embargo, en Mpumalanga, la sede de un distrito, varios vehículos acabaron hechos cenizas.

La crisis económica mundial ha hecho entrar al país en recesión. La contracción registrada del Producto Interior Bruto (PIB) es del 6,4%. El cóctel creado por la recesión que abofetea Suráfrica después de 17 años de crecimiento, la inflación, la subida de impuestos y la caída del empleo (la tasa de los que no tienen trabajo supera el 20%) no está siendo bien digerido entre los trabajadores surafricanos.

Y esta revolución dispersa y diversa, que parece va en aumento, se ha convertido ya en el principal reto a sofocar para el presidente Jacob Zuma, considerado hasta ahora por muchos de sus votantes como un hombre cercano a ellos, capaz de ponerse en su piel y de resolverles los problemas.

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