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Unos filósofos escriben un manual para contener a los pedantes en las cenas

EFE

Es verdad que la filosofía no es un ingrediente forzoso de las cenas mundanas pero si aparece lo mejor es utilizar el humor y la erudición de Sven Ortoli y Michel Eltchaninoff para triturar palabras como metafísica u ontología y devolvérselas al pedante de turno como si fueran un misil tierra- aire.

El "Manual de supervivencia en cenas urbanas" (Salamandra) que han escrito Ortoli y Eltchaninoff es un opúsculo repleto de humor negro e ingenio, propio de unos filósofos "tan franceses", que se digiere como una deliciosa comida porque es "liviano, ágil y muy sabroso".

La historia está jalonada de cenas memorables. Desde el banquete de Platon, al de Kierkegaard -en los que se comía y, sobre todo, se bebía en pos del "in vino veritas"- al festín de piedra del "Don Juan", la Santa Cena, o los "peliculeros" de "La Grande Bouffe" o "Viridiana".

Los autores creen que no hay grandes comidas sin la construcción de una historia y, a veces, de una revelación. No suele ser el caso de las cenas urbanas pero, advierten, no hay que pensar que se está tan lejos de aquellos festines en los que Aristófanes daba la réplica a las burlas de Alcibíades.

Las cenas contemporáneas, dicen, están repletas de tics de esnobismo, falsas paradojas, amaneramientos diversos y "pasadas" sin paliativos, falsificaciones conceptuales y "teorías definitivas" que ambicionan el mismo efecto letal que las bombas de racimo que arroja un B52.

Ortoli y Eltchaninoff dejan traslucir que ellos mismos son los valerosos y orgullosos supervivientes de muchas de esas cenas y lo hacen con una ironía muy próxima, aunque lo suyo no es un "recetario" de respuestas ingeniosas, sino más bien un divertimento para los amantes de la dialéctica y, por supuesto, de la filosofía.

Se puede entrar al trapo siempre que se quiera pero, recomiendan, "si no se siente con fuerza o ganas para batallar con un pedante profesional, recurra a Epicteto: si alguien nos llama ignorantes y no nos ofendemos, sepamos que empezamos a ser filósofos".

Y nunca, nunca olvide, subrayan, que como afirmaba Lewis Carroll, "lo que se dice tres veces es verdad, y punto".

Divididos entre la llegada, el aperitivo, los entrantes, el plato fuerte, la ensalada, los quesos, el postre, y el café y la copa, proponen "lecciones" como "¿Es el principio de Popper afrodisiaco?", "Yo no tomo postre, soy epicúreo", o "Cómo comportarse con un periodistósofo", aunque sobresale por derecho propio el prefacio, firmado por un tal Marcello Yashvili-Mc Gregor, junior.

El sujeto es nada menos que Premio Nobel de Filosofía (1987), profesor invitado del Corleone Collège (Cambridge), profesor asociado de la madraza Michel-Foucault de Qom y titular de la cátedra de Metafísica Cuántica del Instituto de Transdisciplinaridad de México (MIT).

Ni hay Nobel de Filosofía ni existe el Corleone Collège de Cambridge, claro, como tampoco tiene Qom, la ciudad santa del chiísmo (Irán) una madraza Michel-Foucault, por no hablar de que es la física la que es cuántica, no la metafísica.

Y como epílogo proponen una de "ontología" esencial para la vida: "la esencia del queso gruyère es su amenaza", porque su ser son los agujeros. "A más gruyére, más agujeros; a más agujeros, menos gruyére; luego a más gruyére, menos gruyére". Y a la cama todo el mundo.

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