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El celador de Olot confiesa haber matado a 11 ancianos

Joan Vila declara ante el juez de nuevo, admite ser el responsable de otros ocho fallecimientos y tiene dudas sobre uno más

ELISABET ESCRICHE

El geriátrico La Caritat de Olot tenía entre sus empleados a un asesino en serie. Joan Vila, el celador que el pasado octubre ya había admitido ser el autor de tres crímenes cuando compareció por primera vez ante el juez, confesó ayer ante el instructor del caso que había asesinado a ocho ancianos más.

Vila, que con la confesión se convierte en uno de los asesinos más mortíferos de la historia española, reveló durante la segunda declaración ante el juez que había 'ayudado a morir' a ocho internos más del centro desde el 29 de agosto de 2009. De confirmarse, el empleado de la residencia de ancianos habría acabado en total con la vida de nueve mujeres y dos hombres, que se fiaron de su cuidador y fueron ingiriendo barbitúricos o productos corrosivos, como lejía.

El cuidador usó al principio barbitúricos e insulina para matar

De las ocho nuevas víctimas admitidas, seis corresponden a algunos de los ocho cadáveres de personas fallecidas este año que el juez ordenó exhumar la semana pasada de los cementerios de Olot, Sant Salvador de Bianya y Castellfollit de la Roca, poblaciones de la provincia de Girona.

El hecho de que solamente reconozca seis de los ocho casos sobre los que el juez tenía sospechas abre la posibilidad a que pueda aumentar el número de asesinatos atribuibles a Joan Vila, de 45 años y que recibía medicación por trastornos psicológicos.

Desde que Joan Vila comenzó a trabajar en La Caritat en diciembre del 2005, han muerto un total de 59 internos, 27 de ellos durante los turnos del celador detenido y en prisión desde octubre.

'Nos encontramos ante un asesino en serie', dice el abogado acusador

Durante su segunda confesión, Vila también tuvo dudas de si había matado a otro interno, Josep Curos, el pasado 28 de abril. 'No recuerdo bien lo que pasó pero creo que no intervine en su fallecimiento', aseguró.

El criminal confeso insistió en que no había matado a los residentes sino que los había 'ayudado a morir porque tenían un nivel de dependencia muy alto y necesitaban una grúa para levantarse'. Y añadió: 'Vivían en circunstancias muy precarias, usaban pañales y se les tenía que dar de comer'.

Por todas esas razones, Joan Vila se presentó ante el juez como si hubiera practicado la eutanasia a los pacientes. 'Si yo estuviera en su lugar, me gustaría que me ayudaran a morir', añadió. Y no pudo justificar por qué cambió el modus operandi, lo que a la postre le llevó a ser descubierto.

Según su relato, en 2009 asesinó a Roa Babues y Francisca Matilde. Y este año, a Montserrat Canalias y Joan Canal, muertos el 25 y 19 de septiembre; Lluís Salleras y Carme Vilanova, fallecidos el 21 y 18 de agosto, y a Isidra Garcia y Teresa Puig, que murieron el 28 de junio y el 14 de febrero.

A estas ocho primeras víctimas, las que reconoció ayer, las mató suminstrándoles una mezcla de barbitúricos y medicamentos mezclados en agua o con una sobredosis de insulina. Las autopsias que está llevando a cabo el Instituto de Medicina Legal de Girona de los ocho cuerpos que se exhumaron la semana pasada deberán confirmar esta versión.

Pero en los casos de Sabina Masllorens, Montserrat Guillament y Paquita Gironès, las tres últimas víctimas, se decantó por un líquido corrosivo. Y esa elección sacó a la luz su trama mortal. La noche del 17 de octubre ingresó Paquita Gironés en el Hospital de Olot con heridas provocadas por lejía que le había proporcionado Vila. El cuidador le suministró el líquido con una jeringuilla, pero la anciana escupió parte del corrosivo. Los médicos del centro hospitalario alertaron a los Mossos d'Esquadra, quienes abrieron una investigación que los llevó a detener pocas horas después al cuidador, que confesó el crimen.

Dos días más después de la detención, el celador también admitió haber matado con el mismo método a Masllorens i Guillamet. Ayer, Joan Vila volvió a declarar ayer ante el juez a petición propia y explicó que en la primera declaración no confesó todas las muertes porque estaba confuso y nervioso. 'Hoy estoy más tranquilo y he dicho la verdad', aseguró, aunque no supo explicar por qué optó por cambiar de método y matar de forma más dolorosa a las tres últimas ancianas. 'Todavía hoy me pregunto por qué', dijo.

También repitió en más de una ocasión que no era consciente de lo que hacía: 'Era como en los dibujos animados, que una persona sale de otra y hace algo'. Vila tiene diagnosticado un trastorno obsesivo compulsivo con brotes depresivos por el que toma entre seis y siete pastillas al día.

El empleado afirmó que trabajaba 15 horas diarias los sábados, domingos y festivos, y que, para aguantar el ritmo, al principio tomaba una bebida energética y luego optó por mezclar vino con la medicación 'porque tenía más vitalidad'.

El asesino trabajó en un geriátrico de otra localidad gerundense, Banyoles, antes de hacerlo en el de Olot, pero quiso aclarar que durante ese tiempo no intervino en la muerte de ningún cliente.

'Pediremos que se le haga una prueba pericial psiquiátrica para saber si era o no consciente de lo que hacía', explicó el abogado del celador, Carles Moguilod, después de la declaración.

'Nos encontramos ante un asesino en serie', aseguró ayer Jaume Dalmau, abogado de las familias de las tres primeras víctimas que admitió Vila. El letrado dejó claro que no se trata de un caso de eutanasia como insinúa el cuidador porque ninguna de las víctimas le pidió que les ayudara a morir y usó 'un veneno potente que les provocó una agonía muy dolorosa'.

Dalmau avanzó que llevarán a cabo una acusación por delito de asesinato con traición y alevosía, lo que le podría acarrear una pena de entre 20 y 25 años de prisión por víctima.

Después de la declaración, que duró unas cuatro horas, el celador volvió al módulo psiquiátrico del centro penitenciario de Can Brians donde está interno desdel 17 de octubre. El acusado insistió en que no es un asesino, sino que había actuado por 'amor'. Pero aún quedan por descifrar dos casos más de cadáveres exhumados.

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