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"Conocer su sexualidad liberará a la mujer"

Emmanuele Jannini, el investigador que localizó el punto G, cree que se conoce muy poco sobre fisiología femenina.

DANIEL MEDIAVILLA

Hace unas semanas, el profesor de Sexología Médica en la Universidad de l’Aquila (Italia) Emmanuele Jannini aseguró haber encontrado lo que para muchos es una entelequia: el punto G. Después de realizar ecografías a 20 mujeres observó una relación directa entre el mayor grosor de la pared vaginal y la capacidad para experimentar orgasmos vaginales. Desde entonces, además de preparar un estudio más amplio sobre la materia, se ha interesado por las reacciones a su estudio. Y por lo que cuenta no todo el mundo está contento con el hallazgo.

“Se conoce muy poco sobre la fisiología y la sexualidad femeninas, no tenemos las herramientas ni los conocimientos que tenemos sobre la de los hombres”, explica Jannini desde su laboratorio en l’Aquila. “Esto se debe, claramente, a razones culturales, porque nuestra sociedad es patriarcal. Es curioso que en los días posteriores a mi investigación muchas mujeres escribieron o me dijeron que no estaban de acuerdo con los resultados o con el hecho mismo de que se investigase”, apunta. “La reacción de estas mujeres es una explicación más de por qué se ha estudiado tan poco este asunto, y una muestra de que aún es necesario un cambio de mentalidad”, asegura.

El objetivo de este profesor italiano va más allá del estudio de los aspectos hedónicos de la sexualidad femenina. “La verdad os hará libres”, dice, evangélico, y afirma que “el viaje para la liberación de la mujer no ha finalizado, porque aún se ignora demasiado sobre la sexualidad femenina”.
Si el sistema de Jannini confirma su efectividad, las mujeres sabrán con una ecografía si pueden esperar tener o no orgasmos vaginales, algo que evitará confusiones, simulación y frustraciones en las relaciones de pareja. “Algunas mujeres piensan que si no tienen orgasmos vaginales, eso significa que no están bien y entonces los fingen”, comenta.

Con su método, Jannini pretende dar objetividad a algunos aspectos del sexo. “He observado que cuando una mujer experimenta el orgasmo vaginal está completamente segura de que cada mujer puede tenerlo. Y por otro lado, cuando una mujer no puede tenerlo, no puede creer que sea posible experimentarlo”, afirma. “Por supuesto, ambas se equivocan, porque existe una variante anatómica que está presente o no”, continúa.

Una experiencia personal

Pese a lo reducido del estudio metodológico de Jannini –el profesor aclara que su único objetivo era demostrar que el sistema funcionaba–, ya ha obtenido algún resultado práctico positivo. “Cuando estaba realizando el estudio, una colega me dijo que ella no tenía orgasmos vaginales y que quería hacerse la ecografía”, cuenta el investigador. “Yo le dije que estaba de acuerdo y pronostiqué que se encontraría en el grupo de mujeres que no tienen esa zona de tejido más grueso en la zona uretrovaginal que llamamos punto G”. “Sin embargo –prosigue Jannini–, en la ecografía aparecía el punto G, algo que dejaba en mal lugar mi hipótesis”. “Una semana después, esta colega me llamó y me dijo que desde que sabía que tenía punto G y dónde estaba, era capaz de utilizarlo, le había enseñado a su novio y experimentaba orgasmos vaginales”, recuerda.

Durante el próximo año, tomando una muestra amplia, varios centros realizarán ecografías a mujeres para comprobar cuántas tienen punto G y hasta qué punto este mayor grosor del tejido en la zona uretrovaginal tiene relación con aspectos hormonales.

La segunda característica serviría para saber si es posible actuar sobre el grosor de estos tejidos –y por consiguiente sobre la capacidad de experimentar orgasmos vaginales– con tratamientos a base de testosterona. Sin embargo, Jannini deja claro que las mujeres que no tienen punto G están completamente sanas y afirma que, de hecho, su estudio muestra que no experimentar orgasmos vaginales no implica una disfunción. “El punto G es simplemente otra puerta para experimentar placer, que llega normalmente por el clítoris. No tenerlo no es una enfermedad”, concluye.

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