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Contaminación lumínica España, un país que derrocha luz hacia el espacio

En los últimos cuatro años ha aumentado en un 2% anual la superficie terrestre en la que la noche se pierde por la iluminación artificial a pesar de la revolución led

Imagen muy reciente de la contaminación lumínica en la península Ibérica, en una noche despejada./AEMET

MALEN RUIZ DE ELVIRA

España se une a Estados Unidos en el dudoso honor de pertenecer a la liga de los países más brillantes cuando se observan de noche desde el espacio. El “país de las farolas” conserva este puesto en un nuevo análisis mundial de alta resolución de las emisiones luminosas nocturnas entre los años 2012 y 2016, aunque su derroche contaminante nocturno se mantiene estable. Globalmente este no es el caso, ya que la superficie iluminada del planeta y su brillo siguen creciendo, a pesar de la introducción del alumbrado led, una revolución tecnológica que parece ahora tener un lado oscuro.

El aumento medio del Producto Interior Bruto (PIB) durante esos años es comparable al aumento de la iluminación nocturna, señalan los autores del estudio, lo que indica que la tecnología led no reduce el consumo energético total en este sector, como era su objetivo principal. Con los datos de un sensor del satélite estadounidense Suomi-NPP, que tiene una resolución espacial de 750 metros, Christopher Kyba, del instituto alemán GFZ, y sus compañeros demuestran que las áreas iluminadas artificialmente aumentaron un 2,2% cada año entre 2012 y 2016 y que el aumento anual total del brillo fue del 1,8%. Este incremento fue muy variable por áreas geográficas y se observa una disminución clara en países que están en guerra, como Siria y Yemen. En continentes en vías de desarrollo, como Sudamérica, África y Asia, el aumento es notable en casi todos los países. 

De esta forma, la respuesta a la pregunta de si el aumento continuado de la iluminación nocturna que se ha observado en la Tierra desde los años 50 del siglo pasado sigue una tendencia todavía creciente es sí. Históricamente, la humanidad ha tendido a gastar en alumbrado desde entonces un porcentaje fijo del PIB, alrededor del 0,7%.  

La utilización de tecnología led no ha frenado por ahora esta demanda, seguramente porque se está en una etapa de transición, si se quiere ser optimista. D Según Kyba “otros estudios y la experiencia en ciudades como Tucson (Arizona) muestran que las lámparas led bien diseñadas permiten una disminución de más de dos tercios en la emisión de luz sin que el ser humano lo perciba”. El problema es que, al ser mucho más baratas a largo plazo las lámparas led por su bajo consumo y su larga duración, se están iluminando, por ejemplo, áreas periféricas de las ciudades que antes no estaban iluminadas o lo estaban mucho menos. 

Cambiar esta tendencia todavía es posible, dice Kyba: “La revolución de los diodos luminosos tiene la capacidad de ahorrar energía y reducir la contaminación lumínica, pero solo si no gastamos lo que ahorramos en nueva iluminación”.  

La luz artificial se considera, además de un derroche económico cuando supera las necesidades básicas y está mal diseñada, un contaminante importante que influye negativamente en la vida animal y vegetal y que dificulta las observaciones astronómicas. El derecho a la oscuridad y poder ver el cielo estrellado se considera también un derecho elemental del ser humano. En 2015 científicos españoles calcularon que el gasto de iluminación exterior en España asciende a 950 millones de euros anuales, lo que casi triplica lo que se destina a alumbrado en Alemania y Holanda. En España, Madrid es la principal fuente de contaminación lumínica. 

Además de la cantidad, hay que tener en cuenta la calidad, ya que el fin del alumbrado en iluminar el suelo, no el cielo, y esto no se tiene en cuenta cuando se iluminan, por ejemplo, edificios por motivos no utilitarios. Aunque no se pueda evitar el reflejo del todo, si se puede reducir mucho la emisión hacia arriba.  

Participa en el análisis, publicado en Science Advances, Alejandro Sanchez de Miguel, del Instituto de Astrofísica de Andalucía y la Universidad de Exeter, dedicado al análisis de la contaminación lumínica con proyectos como Cities at Night, que utiliza las imágenes obtenidas desde la Estación Espacial Internacional para cuantificar el derroche lumínico e identificar áreas aptas para la observación astronómica. Estos datos se han utilizado en el estudio ahora publicado para calibrar las observaciones del sensor del satélite, que no puede detectar la luz azul que emiten las bombillas led.

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