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Cromosoma Y, la herencia de 'Adán'

Un análisis genético traza la evolución y el mapa de las poblaciones humanas

JAVIER YANES

El ser humano es, por defecto, mujer. Sólo la intervención eventual del minúsculo cromosoma masculino Y en algo menos de la mitad de los embriones consigue evitar lo que sería una catástrofe –ya que, con un sólo sexo, la especie desaparecería–. El Y se hereda prácticamente intacto de padre a hijo varón; mientras que la dote genética de cada niño o niña es un mosaico en el que los cromosomas emparejados de sus padres se han mezclado –incluidos los dos X en las niñas–, el Y se hereda entero e incólume. Sólo a lo largo de miles de años, las mutaciones aleatorias en el Y han marcado puntos de ramificación en el árbol genealógico de los humanos de sexo masculino.

Analizando muestras de ADN de hombres de todo el mundo es posible detectar esas diferencias y agrupar a los individuos en poblaciones o haplogrupos. Midiendo la magnitud de esas diferencias, se puede calcular la distancia evolutiva entre unas poblaciones y otras. Relacionando la dispersión geográfica de las poblaciones con esas distancias genéticas, es factible reconstruir la cronología de las antiguas migraciones de la especie humana desde el llamado Adán cromosómico, el ancestro común más reciente de cuya secuencia derivaron todos los Y actuales.

Consorcio Y

Todo esto es lo que se propuso llevar a cabo el Consorcio del Cromosoma Y, una iniciativa impulsada por el investigador de la Universidad de Arizona (EEUU) Michael Hammer. En 2002, el Consorcio publicó su primer mapa de haplogrupos. Un total de 243 marcadores genéticos –llamados polimorfismos únicos o SNP– permitieron definir 153 poblaciones de este tipo.Desde aquella iniciativa pionera, se han identificado más de 400 nuevos marcadores. Haciendo acopio de la información más reciente y encajándola en su lugar, el grupo de Hammer publica hoy en la edición on-line de la revista Genome Research una versión actualizada del mapa que aumenta la resolución de sus ramas. El resultado reúne un total de 311 haplogrupos agregados en 11 grandes linajes.

Por ejemplo, Hammer explica que la edad de dos haplogrupos que emigraron de África hacia Eurasia es de 65.000 y 70.000 años, respectivamente, fechando así las grandes emigraciones desde la cuna humana. Ciertos grupos están geográficamente confinados, mientras que en el caso de América, continente receptor de inmigración masiva, los orígenes son diversos: “El haplogrupo T, al que pertenecía el presidente Thomas Jefferson, tiene afinidad con Oriente Próximo”, dice Hammer.

El investigador añade que la resolución crecerá gracias al proyecto 1.000 genomas, actualmente en marcha.

 

La información acumulada en los últimos años indica que la población europea desciende del grupo P, cuya edad, con los datos más recientes, se estima en 34.000 años.

Este grupo se originó en Asia Central y dio lugar a otros dos, Q y R. El primero de ellos ocupó regiones asiáticas y el continente americano, mientras que el R, surgido hace 26.800 años, echó raíces en ciertas zonas del sur de Asia y se desplazó hacia Europa.

La mayoría de la población del grupo R pertenece al R1, cuya edad se estima en 18.500 años. Se expandió por Europa al final del Pleistoceno, tras la última glaciación.

En la Península Ibérica predomina el grupo R1b, el más común en Europa Occidental. Ciertos subgrupos presentan marcadores concretos, pero la genética no avala firmes criterios de etnicidad.

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