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España ignora al ratopín milagroso

Los científicos españoles no estudian al asombroso roedor que revoluciona algunos laboratorios en EEUU por su aparente inmunidad al cáncer y su extrema longevidad

MANUEL ANSEDE

Suena un quinteto para piano de Schubert. Los ratopines rasurados corretean sin parar por un laberinto de cemento moldeable. La música cambia a una ópera de Donizetti. Dos bichos se encuentran frente a frente en un túnel estrecho. Sólo cabe uno. Es un sistema de castas. Sin lucha, el inferior deja que el dominante le pase por encima. Y suena Chopin.

Así han vivido desde 2008 los primeros ratopines rasurados que llegaron a España. 'Les ponemos Radio Clásica porque los manuales de manejo recomiendan que se acostumbren a un sonido familiar', explica Agustín López Goya, director de Biología de Faunia, el parque zoológico madrileño donde se exhiben los ratopines. Llegaron diez desde el Zoo de San Diego (EEUU). Ahora son 28. 'Desde que se estableció el grupo no ha muerto ninguno', subraya López Goya.

No es extraño. El ratopín, también conocido como rata topo desnuda africana, es un animal milagroso. Vive bajo los pies de millones de personas que sufren hambruna, en Somalia, Etiopía y Kenia. Pero el ratopín no muere tan fácilmente. Parece inmune al cáncer. Además, es el matusalén de los roedores. Un ratón, de tamaño similar y con el 98% de los genes idénticos, vive unos tres años de media. El ratopín alcanza los 30 años. Y soporta el ácido sin dolor. Y el picante extremo de una guindilla. Vive en un mundo subterráneo con muy poco oxígeno y una sobredosis de CO2. Tan pancho. Y es el único mamífero conocido que es eusocial, como las hormigas y las abejas.

La especie vive diez veces más que un ratón, con el 98% de los genes idénticos

Todos viven para la reina, en una monarquía absoluta con criadas, soldados y obreros. Hasta comparten comida. En laboratorio, han superado pruebas de altruismo que muchos humanos hubieran suspendido. López Goya, biólogo responsable de Faunia y también del Zoo Aquarium de Madrid, se conoce al dedillo las biografías de las mil especies que gestiona. Ha visto pocas como la rata topo. 'Es un caso insólito', asegura.

El ratopín, como una salchicha arrugada de diez centímetros, es un bicho muy feo, pero en sus intríngulis moleculares podrían esconderse las recetas para aumentar la longevidad de los seres humanos, y para garantizarles una vida sin cáncer y sin dolor.

El bioquímico Vadim Gladyshev es el coordinador del equipo de científicos que secuenció en octubre de 2011 el libro de instrucciones del ratopín: su genoma. Cada día recibe emails de todo el mundo. 'Está claro que hay cientos de investigadores analizando el genoma', calcula. Gladyshev, de la Harvard Medical School, en Boston (EEUU), explica que, aparentemente, los ratopines no pueden sufrir cáncer, pero tampoco diabetes u osteoporosis. Su equipo hurga en los genes de la especie para saber por qué. 'Creemos que los hallazgos se podrán trasladar a los humanos, pero se tardará años', admite.

La rata topo es una sensación en algunos laboratorios de EEUU y Reino Unido desde hace una década, pero no ha llegado a los españoles. En la Sociedad Española para las Ciencias del Animal de Laboratorio (SECAL) no consta ningún equipo de investigación trabajando con estos roedores. Según López Goya, nuestro país sólo cuenta con los de Faunia, que se pueden visitar, y otros pocos en el parque zoológico valenciano Bioparc, que por falta de aclimatación no están a la vista del público. La ciencia española, de momento, olvida al animal milagroso.

Los investigadores españoles consultados desmontan los portentos del ratopín. El dogma de que es inmune al cáncer está extendido, pero nadie lo ha demostrado, argumentan. En realidad, poquísimos centros de investigación en el mundo estudian los prodigios del ratopín. Se sabe extremadamente poco sobre él si se compara con el ratón de laboratorio, cuyo genoma recitan los científicos como un hafiz musulmán canta de memoria el texto del Corán.

Sólo hay un par de poblaciones en zoos de Madrid y Valencia

'No hay nada especial en contra de investigar con este animal', explica Manuel Serrano, jefe del grupo de Supresión Tumoral en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), uno de los más punteros del mundo. 'La investigación en cáncer, envejecimiento y enfermedades humanas está centrada en un 99% en el ratón, eso le da a este modelo animal una ventaja abismal sobre cualquier otro', subraya.

Estudiar al ratopín supone empezar de cero. Es como viajar al extranjero sin un diccionario de idiomas. Además, como destaca el biólogo Javier de Miguel Águeda, de la Universidad Autónoma de Madrid, 'sus condiciones de vida son muy peculiares', lo que complica su estudio en un laboratorio. Frente a los ratones, que apenas necesitan cuidados, los ratopines exigen hacer obras. Son subterráneos. Necesitan horadar constantemente y huyen de la luz. Son, en resumen, la antítesis del animal de laboratorio.

La vida subterránea y su longevidad complican su paso al laboratorio

De Miguel Águeda estudió, durante un breve periodo de tiempo, el comportamiento de los ratopines llegados a Madrid en 2008. 'Es el único mamífero que vive como los insectos sociales', señala. Una hembra secreta feromonas y anula las capacidades de cría de las demás. Es un golpe de Estado químico. Una vez que ha escogido un consorte o varios, la reina, de mayor tamaño, impone su ley recurriendo incluso a la agresión física. Los soldados vigilan la madriguera para evitar que entren en ella las serpientes del Cuerno de África. Los obreros limpian los túneles. Y todos agachan la cabeza cuando la reina pasa. Pero esta dictadura es asombrosamente altruista.

Las hembras de ratopín tienen 12 mamas, pero pueden parir hasta 28 crías. El caso pulveriza el esquema mental que afirma que, en los mamíferos, una camada no puede ser mucho mayor que el número de mamas. Pero, aunque falten pezones para chupar, no hay peleas. Todo es paz en el mundo del ratopín. 'Las madres pueden sacar adelante más crías de las que le caben en el pecho y en el abdomen, pero las crías no se pelean por los pezones porque la madre dispone de mucha leche para alimentarlos, ya que no tiene que gastar energía para buscar alimento o defenderse', explica el etólogo Paul W. Sherman, de la Universidad de Cornell (EEUU), que lleva observando a las ratas topo desde la década de 1990. 'Son extremadamente sociables', resume.

El biólogo estadounidense Thomas Park es de los que cree que el ratopín puede revolucionar la medicina. Este profesor de la Universidad de Illinois en Chicago busca desde hace años los mecanismos por los que el tejido cerebral de la rata topo puede soportar la falta extrema de oxígeno hasta media hora, mucho más que otros mamíferos. Park cree que su investigación podrá beneficiar 'a cualquier persona que sufra una falta de oxígeno en el cerebro, particularmente las víctimas de un infarto o un ictus cerebral, donde la lesión corta el riego de sangre oxigenada al cerebro'. ¿Cuándo? 'Buena pregunta. La respuesta es que no lo sé', admite.

Las moléculas del ratopín puede ayudar a tratar el infarto en el futuro

Park acaba de publicar en la revista Neuroscience Letters novedades sobre estas 'fascinantes criaturas'. Su equipo ha observado que las células cerebrales de las ratas topo adultas se comportan en ciertos aspectos como las de los mamíferos en edad infantil. En otros mamíferos, detalla Park, las células cerebrales presentan 'poros diminutos' que regulan cuánto calcio puede entrar. Una pequeña cantidad de calcio es positiva, pero el exceso es mortífero.

Cuando el oxígeno escasea en el cerebro de un mamífero adulto, estos poros se abren y una enorme cantidad de calcio invade la célula hasta que la mata. Sin embargo, en los animales recién nacidos, los poros se cierran cuando falta el oxígeno, protegiendo a la célula. 'Hemos descubierto que la molécula en este poro del calcio que es responsable de la protección en los recién nacidos también está presente en las ratas topo adultas, pero no en los adultos de otras especies', celebra el biólogo.

Hay cientos de investigadores en el mundo analizando su genoma

Park es afortunado. La extrema longevidad de las ratas topo no afecta a su investigación. Sin embargo, los científicos interesados en estudiar el envejecimiento del ratopín tienen que esperar 30 años a que se hagan viejos. '¡No existe una empresa que te venda estos roedores con 25 años de edad!', lamenta un investigador español. El increíble don de la rata topo es su talón de Aquiles en el laboratorio. Pero tiene más dones. Los ratopines, por ejemplo, pueden correr hacia detrás a la misma velocidad que hacia delante. Es sólo una curiosidad, pero también es asombrosa.

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