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El filete, ¿de ternera o de laboratorio?

Activistas pro-animales premiarán el desarrollo in vitro de carne para consumo

JAVIER YANES

El pasado 1 de abril, la presidenta y cofundadora de PETA (siglas en inglés de Personas por el Trato Ético de los Animales), Ingrid Newkirk, publicaba en el blog de esta organización un avance sorprendente: el desarrollo por primera vez de carne humana cultivada in vitro para consumo. Los llamados Newkirk Nuggets se habrían producido en un laboratorio a partir de una biopsia del brazo de la activista y se ofrecerían en breve para una degustación en Londres.

Como era de esperar, se trataba de una broma de April Fool’s Day, el día de los inocentes en el mundo anglosajón. Pero la falsa noticia anticipaba un nuevo anuncio, esta vez real: 20 días después, PETA ofrecía un premio de un millón de dólares –poco más de 600.000 euros– al individuo o grupo de investigadores que antes de 2012 logre producir in vitro carne de pollo con sabor y textura auténticos.

Más allá de sus connotaciones exóticas, lo cierto es que el cultivo de carne de animales en laboratorio para consumo humano ha sido un asunto considerado por la comunidad científica en la última década. Dejando a un lado el sufrimiento animal –el argumento esgrimido por PETA–, los partidarios de este campo de investigación mencionan sus ventajas potenciales: alimentar a una humanidad en crecimiento desbocado, hacerlo con un producto controlado y libre de infecciones, y aliviar las emisiones de CO2 debidas a la actividad ganadera.

Entre los paladines de esta tecnología, destaca The In Vitro Meat Consortium , un grupo promovido por cuatro investigadores de universidades de EEUU, Holanda y Noruega. Los holandeses, de la Universidad de Utrecht, trabajan desde hace tres años en un proyecto para desarrollar la producción industrial de carne in vitro para consumo. Del 9 al 11 de este mes, los grupos interesados se reunieron en Noruega para celebrar el primer simposio especializado. Entre sus conclusiones, figura un estudio económico: producir una tonelada de carne de pollo natural cuesta 1.800 euros, mientras que su equivalente in vitro alcanzaría los 3.500.

Por lo demás, “la tecnología ya permite producir tejido muscular in vitro”, apunta Antonio Campos, director del Grupo de Ingeniería Tisular de la Universidad de Granada. Para ello, se emplean células progenitoras y matrices 3-D que actúan como andamios. Campos añade que las aplicaciones industriales son inminentes, pero evita pronunciarse sobre la viabilidad de la carne in vitro.

Sin duda, el asunto aún no está bien cocinado. Incluso en el seno de PETA, según The New York Times, la propuesta del premio casi ha desatado una “guerra civil”. Lisa Lange, vicepresidenta, declaró que “antes fomentaría el consumo de animales atropellados”.

 

La inocentada de la presidenta de PETA –ofrecer presuntos canapés de su propia carne– va más allá de la broma. En algunos foros de Internet, se ha suscitado el debate sobre si la carne cultivada para consumo podría incluir la humana. Para el experto en ciencia y ética Francisco Capella, “el problema ético no es comer carne humana, sino de quién es esa carne”. Consultado por ‘Público’, el miembro del Comité de Bioética de España, Pablo Simón, se confiesa “estupefacto” ante la sola idea de plantear esta “frivolidad”.

Si las propuestas de PETA se sustentan en el vegetarianismo, a las plantas también les ha nacido un abogado: según ‘Nature’, el Gobierno suizo vigilará si los proyectos de biotecnología vegetal respetan la “dignidad de las plantas”.

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