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El futuro fue hace 40 años

Desde que finalizara el programa Apolo en 1972, nadie ha vuelto a viajar más allá de la órbita de la Tierra

 

DANIEL MEDIAVILLA

El día que el Apolo 11 partió hacia la Luna, el escritor Arthur C. Clarke profetizó: 'Este es el último día del viejo mundo'. El nuevo mundo, en el que la humanidad se convertiría en una especie multiplanetaria, duró solo tres años. El 19 de diciembre de 1972, Eugene Cernan regresó al módulo lunar del Apolo 17 y cerró una era. Desde entonces, nadie ha vuelto a pisar el satélite. De hecho, hoy, ningún país es capaz de transportar humanos más allá de la órbita terrestre.

El breve periodo de visitas a la Luna quedó como una anomalía histórica que tuvo sentido en la batalla de los símbolos que EEUU y la URSS libraron durante la Guerra Fría. Una vez plantada la bandera estadounidense sobre el polvoriento desierto selenita, con los soviéticos fuera de la batalla, la motivación desapareció. La carrera espacial se había dirigido desde el principio a una vía muerta.

Durante los años de preparación del programa Apolo, la NASA llegó a recibir más del 5% del presupuesto federal de EEUU. En los últimos años ha rondado el 0,5%. La posibilidad de desviar tal cantidad de fondos para un fin con tan inciertos beneficios para la ciudadanía llegó, según explica Ricardo Artola, autor de La carrera espacial. Del Sputnik al Apollo 11 (Alianza), gracias al shock que provocó el Sputnik. 'Se puede hacer cierta analogía con lo que sucedió tras el 11-S, cuando se realizaron grandes esfuerzos relacionados con la seguridad nacional', apunta Artola. 'El impacto psicológico del lanzamiento del Sputnik creo un estado de ánimo, un histerismo en la opinión pública americana, que permitió dedicar tanto dinero a la carrera espacial', añade.

El futuro que empezó en 1969 se abandonó para enfrentar problemas más cercanos y los humanos se mantuvieron a salvo de las inclemencias del espacio bajo el área de influencia de la Tierra. Desde entonces, varias iniciativas han tratado de resucitar la exploración tripulada más allá de la órbita baja terrestre, como la Iniciativa para la Exploración Espacial que George H. Bush presentó en 1989. Sin embargo, el retorno sigue aplazado.

El último intento estadounidense de organizar una reconquista del espacio fue impulsado por George W. Bush, que en 2004 presentó su Visión para la Exploración del Espacio. El pilar en el que se sustentaría esta visión es el programa Constellation, un sistema de transporte de astronautas con una capacidad nunca alcanzada hasta ahora. Sin embargo, tras cuatro años de trabajo y 3.000 millones de dólares gastados, incrementos de presupuesto imprevistos y problemas técnicos han puesto en duda el programa.

Recientemente, el comité designado por la Casa Blanca para volver a examinar los planes de vuelo espacial tripulado de la NASA reconoció que ha pedido a la consultora Aerospace Corporation que estudie la propuesta de un grupo de ingenieros voluntarios que se hacen llamar The Direct Team. La propuesta de este grupo, que emplearía parte de la estructura del sistema de transbordadores para lanzar una cápsula, fue despreciada hace un año por responsables de la NASA. Ahora, su menor precio costaría unos 7.000 millones de dólares frente a los 35.000 de Constellation y la posibilidad de tener listo el cohete un año antes que el Ares I parecen haberle devuelto interés.

Si se cumpliesen los planes previstos, el regreso de EEUU a la Luna se produciría en 2020, medio siglo después del alunizaje del Apolo 11. Entretanto, ya se alzan voces que piden dirigir las próximas misiones tripuladas hacia nuevos objetivos. Es el caso de Buzz Aldrin, el segundo hombre en pisar la Luna. En su opinión, sería mucho más interesante viajar a Marte, no para colocar una bandera, como se hizo con el programa Apolo, sino para instalar la primera colonia humana fuera de la Tierra.

Para cumplir este objetivo, Aldrin es partidario de que los primeros colonos partiesen con destino a Marte en un viaje que, en principio, no tendría retorno. Esta idea ya había sido planteada hace tres años por el ingeniero de la NASA retirado James McLane y, por descabellada que parezca, ya cuenta con voluntarios. Hace un año, en las páginas de Público, el sargento William H. Ruth, destinado en Afganistán, aseguraba que él estaría dispuesto a viajar a Marte en una misión sin retorno.

Otro de los destinos alternativos a la Luna para el próximo viaje interplanetario sería un asteroide. Este objetivo también estaría relacionado con el objetivo soñado para el vuelo espacial tripulado: llegar a Marte. El vuelo hasta un asteroide permitiría, entre otras cosas, comenzar a comprender los retos de viajar al espacio profundo sin necesidad de realizar una misión de tan larga duración como la que tendría Marte como destino.

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Con todos los hombres que pisaron la Luna por encima de los 74 años, dentro de poco no quedará nadie vivo sobre la Tierra que haya caminado sobre el satélite. EEUU y países como China e India aseguran que no pretenden dejar aquellos años entre el 69 y el 72 como un paréntesis en la Historia. En los próximos años se verá si, sin la motivación política de los sesenta, los hombres son capaces de abandonar el confortable viejo mundo del que hablaba Clarke y lanzarse, esta vez para siempre, a la conquista del espacio.

La ingente cantidad de combustible
Un viaje a Marte de ida y vuelta duraría aproximadamente un año, a lo que habría que sumar el tiempo de estancia en el planeta. Para poder realizarlo sería necesaria una gran cantidad de combustibles y de materiales de todo tipo que, a su vez, aumentarían el peso y harían necesario más combustible. Este sería uno de los puntos que encarecería un viaje a Marte. Estimaciones optimistas calculan que el coste sería de unos 50.000 millones de euros.

La amenaza de los rayos cósmicos
En un viaje de tanta duración, la radiación del Sol, lejos del manto protector de la Tierra, se convertiría en un gran peligro. Según explica el investigador del Centro de Astrobiología (INTA-CSIC) Juan Pérez Mercader, “la tecnología disponible para detener estos rayos consiste en poner plomo alrededor de la nave”. El problema de este sistema es que incrementaría mucho el peso y complicaría y encarecería aún más el lanzamiento. “Por el momento no se ha logrado desarrollar una tecnología más ligera para detener estos rayos que serían mortales para los astronautas en un viaje tan largo”, añade Pérez Mercader. Se ha intentado con escaso éxito crear un campo magnético alrededor de la nave similar al que protege a los habitantes de la Tierra de los rayos cósmicos.

Cohetes con la potencia necesaria
El ‘Saturn V’, el cohete diseñado por Von Braun, fue creado en los sesenta para llevar a los hombres a la Luna. Cuarenta años después, sigue siendo el cohete más potente jamás construido. Era capaz de llevar a la Luna 47 toneladas de carga. En el proyecto Constellation, al contrario que en los ‘Apolo’, carga y tripulación irían en cohetes diferentes. El cohete de carga de Constellation, ‘Ares V’, sería capaz (según su diseño) de llevar 71 toneladas de carga hasta la Luna. En un viaje a Marte, para poder reunir la cantidad de material requerida para construir la nave y llenarla de víveres, serían necesarios varios lanzamientos para ensamblar la nave en órbita.

Gran coste con pocos resultados científicos
Los críticos de la exploración espacial tripulada aseguran que el coste de las misiones con astronautas no se compensa con resultados científicos. Sin embargo, existen otros factores. Los vuelos tripulados generan más tecnología que los robóticos y suponen un estímulo para el público mucho mayor. Además, un solo humano puede realizar en poco tiempo la labor de muchos robots. 

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