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Leonardo Da Vinci usaba Mac

FERNANDO RAPA CARBALLO

Para los que nacimos en los años setenta y escogimos el diseño como forma de vida, trabajar con un Mac o sin él era completamente diferente. No se trataba de hacerlo con o sin ordenador, sino hacerlo en un Mac o en un PC. La marca de la manzana siempre apostó por generar las cosas de manera simple y sorprendente mientras las demás sólo por copiarlas. Macintosh no inventó, pero sí democratizó lo que en el mundo editorial y de la autoedición se conoció como el WYSWYG (lo que ves es lo que tienes), el acrónimo que hace que el lenguaje de ordenadores deje de ser una caja oscura y de pertenecer sólo a especialistas para acercarse al común de los mortales.

Jobs introdujo la belleza y la funcionalidad del diseño en el ámbito cotidiano creando objetos que, además de bellos, funcionan para hacer cosas antes impensadas. Cuando los ordenadores llevaban floppy disk (discos de 640 kb), Mac apostó por los discos semirrígidos más pequeños y desbancó a los anteriores (una constante de Mac es la idea de reducir al máximo sus componentes). Y cuando los ordenadores introdujeron el lector de CD, Mac apostó por la conectividad online. Siempre un paso adelante.

Simples y provocadores eran los anuncios que Jobs lanzaba desde su compañía de Sillicon Valley, siempre insistiendo en la facilidad de uso frente a las complicaciones de los sistemas operativos de Microsoft. Llegado 1984 y parafraseando a Orwell, una publicidad mostraba un auditorio repleto de personas grises que acataban las órdenes de un ente superior que era destruido por un martillo. Quien lo lanzaba era una persona enfundada en ropa de color que representaba la revolución de la “simplicidad” Macintosh.

Sus últimos anuncios muestran a dos personas que desde su forma de vestir, su actitud y su forma de pensar representan a un Mac y a un PC. La manzana siempre propina un tremendo rapapolvo dialéctico. También es interesante la percepción que se ha instalado de la marca en la gente. Macintosh es una de las compañías mejor valoradas en el mercado. En las películas de Hollywood, los buenos siempre usan Mac.

Siempre imaginé a Jobs como un genio demiurgo del renacimiento, un creativo como Aldus Manutius o Leonardo Da Vinci que observa su entorno y ve cosas que otros no llegamos a ver, alguien que juega al ajedrez adelantándose varios movimientos.

Jobs ha interconectado al mundo en la palma de una mano, ha generado objetos de deseo, ha pintado un futuro más agradable y cercano en lugar del apocalipsis alienante de la ciencia ficción y nos ha enseñado que cada paso debe ser una superación. Voy a imprimirme (o tatuarme) esta parte de su discurso (hoy famoso y replicado): “No os conforméis, seguid buscando, seguid hambrientos, seguid alocados”.

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